Este año conocimos el caso de Andra, estudiante que durante una clase, y en correspondencia con su identidad de género, pidió se le llamara “compañere”.
La grabación se volvió viral y vino a poner en discusión el lenguaje inclusivo, pero también trajo una serie de conceptos que hay que conocer y saber diferenciar bien para prevenir prejuicios: sexo, género, orientación sexual e identidad de género.
SEXO Y GÉNERO NO ES LO MISMO
De acuerdo con lo formulado por el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), cuando hablamos de “sexo” nos referimos a las características biológicas -genéticas, hormonales, anatómicas y fisiológicas- a partir de las cuales “las personas son clasificadas como machos o hembras de la especie humana al nacer, a quienes se nombra hombres o mujeres, respectivamente”.
Por otra parte, en su “Glosario de la diversidad sexual, de género y características sexuales”, Conapred señala que el “género” señala los atributos que social, histórica, cultural, económica, política y geográficamente, “hasta las formas de vestir, caminar, hablar, pensar, sentir y relacionarse” han sido asignados a los hombres y a las mujeres.
ORIENTACIÓN Y ATRACCIÓN SEXUAL: ¿A QUÉ NOS REFERIMOS?
En tanto que cuando se habla de “orientación sexual”, se habla de la capacidad de cada persona de sentir una atracción erótica afectiva por personas de un género diferente al suyo, de su mismo género o de más de un género o de una identidad de género, así como la capacidad de mantener relaciones íntimas y sexuales con estas personas.
“En general -explica el organismo federal- la orientación sexual se descubre alrededor de los 10 años”.
Respecto a la “identidad de género”, se indica que hace referencia a la vivencia interna e individual del género, tal como cada persona la siente, misma que puede corresponder o no con el sexo asignado al nacer. También incluye otras expresiones de género como la vestimenta, el modo de hablar y los modales.
“Incluye la vivencia personal del cuerpo, que podría o no involucrar la modificación de la apariencia o funcionalidad corporal a través de tratamientos farmacológicos, quirúrgicos o de otra índole, siempre que la misma sea libremente escogida. Se desarrolla, por lo general, entre los 18 meses y los tres años”, se explica.
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Al conocer estas diferencias, nos dice Conapred, se fortalece la autodeterminación de las personas, así como el respeto al derecho al libre desarrollo de la personalidad y la identidad de género libremente manifestada dentro nuestra sociedad.