El testimonio de una mujer acerca de la masacre en Nuevo Laredo, en la que mataron a cinco jóvenes sigue dejando estragos emocionales, sobre todo cuando las balaceras en la zona fronteriza de Tamaulipas son una constante, donde los vecinos siguen estremeciéndose al escucharlas, más aún cuando ocurren frente a su casa.
Doña Sara vive justamente en la esquina de las calles Huasteca y Méndez, en la colonia Manuel Cavazos Lerma, donde el pasado domingo escuchó el estruendo de las detonaciones que privaron de la vida a cinco jóvenes.
El popular sector se localiza al poniente de esta ciudad, a unos 7.5 kilómetros del puente conocido como Los Tomates, donde el caos, los balazos y el desorden privó por más de seis horas el pasado fin de semana.
La mujer de 60 años que al caminar usa un andador, mencionó que eran alrededor de las cinco de la mañana del domingo cuando los balazos en la pared de su casa la despertaron de golpe.
En segundos toda la calle estaba cerrada, convertida en un sector del que no se podía entrar ni salir, y frente a su vivienda la Silverado blanca con los jóvenes heridos y muertos.
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“Teníamos toda la casa rodeada de los soldados, no podíamos salir a ningún lado, no dejan salir, de hecho a mi hija al darse cuenta que venían no las dejaron pasar, que no había paso” dijo la mujer que aseguró estaba con su esposo, su hijo y dos nietos, una de dos años y seis meses y otro de tres meses.
“Estuvimos de las 5 de la mañana hasta las 11 de la mañana que no dejaban salir, menos asomarnos ni por la ventana, solo nos decían que no podíamos salir porque había un evento, que era un riesgo de zona y que teníamos que estar encerrados en el cuarto de atrás”.
Pero colocarse en la parte posterior de la vivienda no era ninguna garantía, ya que hasta esa zona llegó una de las balas de grueso calibre.
“Llegaron a mi cuarto, nomas una, pero no traspasó la pared, pero el que estuvo en más riesgo fue mi esposo que estaba dormido en la cama esa, cuando empezó todo él se aventó bajo la cama, por eso no le dieron” refirió.
Escuchaba los lamentos
Sentada en el interior de su casa azul, la mujer podía escuchar los lamentos de los jóvenes heridos en el ataque.
“Se oía que se quejaban, me senté con el andador y escuchaba que se quejaba alguien más acá pero no podíamos salir, ¿qué hacíamos?, no podíamos salir”
Estimó que las voces de los que estaban en la Silverado se oyeron como una hora y de los que permanecían tirados en la banqueta, agonizantes, un poco más.
“Carnalito déjame ayudar a mi hermanito, él no tiene nada que ver, él es ciudadano americano, así decía, ya después no se oyó nada del muchacho, no sé qué pasaría” explicó Sara quien en ningún momento escuchó la llegada de ambulancias.
Luego, alrededor de las 11 de la mañana, comenzó el bullicio de los vecinos que se negaban a que se llevaran la camioneta, enfrentando a los militares con golpes, palos y piedras.
“Se escuchó como comenzaron a disparar, son ráfagas que avientan” describió así el momento en que los militares dispararon al aire y al piso para tratar de disolver la enardecida multitud que acusaba a los militares de tratar de ocultar evidencia.
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Hoy, a más de 48 horas de estos hechos, las paredes de la casa de Doña Sara lucen aún las marcas de los disparos del pasado domingo.
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Es así como este testimonio de la masacre en Nuevo Laredo y en la que mataron a cinco jóvenes, sigue dejando huella emocional en sus vidas y en su familia, que afortunadamente salió ilesa de la balacera.
Con información y fotos de Luis Valtierra Noticias.