Son los que escarban, desentierran, caminan y se secan las lágrimas con rapidez para que el tiempo no les quite la posibilidad de seguir buscando, son los que desaparecen pues dejan su vida a un lado para encontrar a esa hija, hermano, padre, madre o amigo.
Este 30 de agosto es el Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas, declarado desde hace 12 años por la Asamblea General de Naciones Unidas.
Para la ONU la desaparición forzada es cuando se arreste, detenga o traslade contra su voluntad a las personas, o que estas resulten privadas de su libertad de alguna otra forma por agentes gubernamentales de cualquier sector o nivel, por grupos organizados o por particulares que actúan en nombre del gobierno o con su apoyo directo.
“Que luego se niegan a revelar la suerte o el paradero de esas personas o reconocer que están privadas de la libertad, sustrayéndolas así a la protección de la ley"
Este organismo destacó que los desaparecidos son las víctimas, en segundo término se encuentran la familia y los amigos de las personas desaparecidas.
“Estas sufren una angustia mental lenta, ignorando si la víctima vive aún y, de ser así, dónde se encuentra recluida, en qué condiciones y cuál es su estado de salud”.
Buscadores sufren depresión y ansiedad
La psicóloga, Laura Itzel López Sotelo, señaló que en los familiares y amigos de las personas desaparecidas hay un cuadro fuerte de ansiedad y depresión.
“En algunos casos también trastorno de estrés postraumático, temen que algunas otras personas de su familia puedan pasar por lo mismo, se abandonan así mismas, su vida pierde sentido”.
Te puede interesar: Crisis de desaparecidos no perdona días festivos: Israel pasó el día del padre buscando a su hijo
Señaló que un desaparecido en una familia puede generar problemas de autoestima y conductas desafiantes para que volteen a ver a los que sí están.
“Se basan en la búsqueda de las personas y suelen olvidar a los que están, irónicamente están más presentes los que no están que los que están”. Informó además que hay otras familias que caen en la negación.
Dejan de ser personas para convertirse en buscadoras
Lichita es una mujer que desde que desapareció su hijo -secuestrado en el norte de Veracruz- no puede comer adobo o caldo de res, porque son los platillos de su hijo.
“Una madre cuando pierde a un hijo aúlla de dolor, una madre que pierde a un hijo no existe”, dijo.
Maricel, compañera de Lichita, apuntó que desde julio del 2011 que se perdió su hijo, dejó de ser ama de casa y de ser ella. “El calvario nos lleva a ser lo que somos ahora, buscadoras”, sostuvo.
Día internacional de quien busca
Para los buscadores, que no tienen un día internacional que los reconozca, el tiempo es relativo, Angelina Vizcarra, desde hace un mes busca a su hijo José Manuel y la angustia mezclada con la frustración que le ha causado la burocracia la ha mandado al hospital.
“Me ha repercutido horriblemente, yo caí al hospital, crisis de ansiedad, medio como, medio duermo, yo me acabé mucho por todo lo que ha pasado, hace dos años tuve la perdida de mi hijo el mayor por una insuficiencia renal”, relató la madre que vive en Tampico, pero cuyo hijo desapareció en Nuevo León.
Mientras que Rosa Cisneros, que lleva 11 años a cuestas de la búsqueda de su hija Dulce Yamelí en San Fernando, Tamaulipas, dice no importarle el cansancio.
También puedes leer: Buscadores de desparecidos proponen consulta sobre acuerdo de paz
“Para mí no existe el cansancio, tenemos diabetes, nos duelen los brazos de escarbar, las piernas donde nos caímos, andamos talanchando, estuvimos trabajando en San Fernando, el termómetro marcaba 43 grados. Mi vida es buscar a mi hija”, apuntó la mujer cuyo colectivo reúne a 64 personas.
Cuando se acerca la fecha de la desaparición aumenta la crisis
La representante del colectivo Amor por los Desaparecidos de Reynosa, Edith González, que junto con sus compañeras encontró un predio de esta ciudad donde se encontraron 29 cuerpos coincide en que además de todo son víctimas de una profunda depresión que se agudiza cada vez que se acerca la fecha de la desaparición de su ser querido.
“A mí se me generó lo de la inmovilidad y me da más cada marzo cuando llega la fecha de su desaparición”, relató una persona de su colectivo.
“Se me originó colitis nerviosa, insomnio recurrente, continuas depresiones, a veces no me da hambre”, agregó.
Recibe las noticias de El Sol de Tampico directo en tu WhatsApp, suscríbete aquí
Edith que busca a su hermano menor de edad, destacó que además son presas de la culpa.
“Llegan pensamientos de si comerá, si no se sentirá mal, culpa. Sí, la vida después de eso es otra, se te acaban todos tus planes y se vuelve un infierno, la verdad, en ese momento te quedas sola, con un dolor que nada te lo quita”, puntualizó.
Así es la lucha de los buscadores de desaparecidos, de los que no tienen un día especial, aquellos que se sostienen por el amor.