Niños que huyeron de la crisis de Venezuela y que hoy viven en Guyana toman las clases de inglés impartidas por la Agencia de las Naciones Unidas para los refugiados.
En los últimos meses, un grupo numeroso de personas procedente de Haití han llegado a México con la esperanza de cruzar a los Estados Unidos y ser aceptados en su gobierno, entre muchos de los problemas que enfrentan se encuentra el idioma, algunos ,por necesidad, han aprendido lo esencial del español en su paso por Latinoamérica.
EL PROGRAMA DE ACNUR
ACNUR desde su cuenta de Twitter @ACNURamericas informó que en las clases de inglés como segunda lengua (ESL, por su siglas en inglés), se trabaja en conjunto con la Fundación Panamericana para el Desarrollo, a través de la ONG Voices GY, donde está proporcionando enseñanza del idioma a unos 200 niñas, niños y adultos de Venezuela.
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Este mes de septiembre, 86 estudiantes se graduaron del segundo trimestre del curso.
LA HISTORIA DE 3 HERMANAS
Dariannys y sus dos hermanas, que llegaron de Venezuela a Guyana a finales del 2020, se apresuran a tomar la tableta electrónica para su clase de inglés en línea, que esperan, sea la llave para abrir un nuevo y brillante futuro en su nuevo hogar.
Sin saber inglés, las niñas y sus padres, relató ACNUR, han luchado por adaptarse en Guyana, el vecino anglófono al este de Venezuela. Dariannys, una brillante niña de 13 años que fue una de las mejores alumnas de su escuela, espera que las lecciones la ayuden a regresar al salón de clases.
La familia forma parte de las 23 mil personas venezolanas que se calcula que han huido a Guyana en los últimos años. El padre de Darianny llegó primero, y el resto de la familia le siguió unos dos años después, instalándose en la región costera de Demerara-Mahaica, a las afueras de la capital, Georgetown.
EN TAMAULIPAS TAMBIÉN ESTUDIAN
En el campamento migrante de Reynosa, unos 200 pequeños también estudian inglés para adaptarse cuando Estados Unidos los acepte.
Los profesores son tres centroamericanos motivados a ayudar a los niños del refugio, donde además de continuar con su educación, una iglesia les provee alimento, ropa, medicamentos que son donados por la población de ambos lados de la frontera.
“Al momento tenemos seis profesores que nos instruyen y ellos nos dicen cómo debemos dar las clases y nosotros enseñamos a los niños, nos mandan material, nos explican y ya nosotros nos encargamos de dar las clases”, comenta Anderson, profesor voluntario.
Los menores se reúnen bajo una pequeña carpa color blanco donde toman sus clases y tienen ciertos horarios para conectarse a través de una computadora sincronizada a un televisor, todo facilitado por la agrupación altruista.
Ahí llegan los grupos de niños muy entusiasmados para tomar sus clases, no sin antes aplicar las medidas necesarias para protegerse de los contagios del Covid.