Como tantas empresas internacionales, la norteamericana Advanced Micro Devices (AMD), una de las mayores fabricantes de computadores del mundo, se asoció con una compañía china para tener acceso al mercado consumidor que más crece en el mundo. Como fruto de la asociación, ahora la china Hygon es capaz de producir componentes prácticamente idénticos a los de la multinacional californiana.
En ese caso, no hubo piratería industrial. Fue una sociedad por la que AMD recibió 293 millones de dólares, además del pago de royalties. Se trata de un ejemplo típico de la estrategia usada por los líderes chinos para abrir su protegido mercado y, al mismo tiempo, absorber las tecnologías de punta desarrolladas por las compañías más innovadoras del mundo.
Para los grupos europeos y norteamericanos, aceptar el código comercial de los chinos fue el precio que debieron pagar para facturar unos cuantos billones de dólares más. Pero entrar en el juego significó un riesgo, posiblemente no bien calculado, que ahora se hace evidente. En su afán de llegar a la cima del mundo, cada vez más los chinos están librándose de la de la dependencia tecnológica internacional.
Crear innovación propia es una de las prioridades de la política “made in China 2025”, lanzada por el presidente Xi Jinping. Las fábricas chinas son responsables de un cuarto de toda la producción industrial del planeta, pero buena parte de las mercaderías más elaboradas hechas por los chinos, como iPhones, microprocesadores y automóviles de lujo, son proyectados en Estados Unidos y Europa.
El avance chino en ese sentido causa reacciones en todo el mundo, no sólo al modo radical e histriónico de Donald Trump. Diversos países, también Estados Unidos, han empezado a levantar barreras contra la transferencia de conocimientos hacia China. Después de haber superado las etapas iniciales de desarrollo industrial, ahora los chinos buscan la innovación.
Existe otra razón para que la potencia asiática quiera cortar su dependencia en relación a las compañías extranjeras. Hace cinco años, Edward Snowden, el ex técnico que vació los secretos de la Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos, reveló que los norteamericanos tenían un programa destinado a invadir servidores chinos para sustraer informaciones, algo facilitado por el hecho básico de que los procesadores son creados por los norteamericanos.
Al desarrollar sus propios sistemas, los chinos tienen más control sobre la seguridad. Irónicamente, las empresas chinas de tecnología sufren restricciones para operar en Estados Unidos justamente por cuestiones de seguridad. Todo indica que la guerra comercial está considerada, más temprano o más tarde, en los planes estratégicos de ambos bandos.
Las acusaciones de robo de propiedad fueron una de las razones que llevaron a la Representación Comercial de Estados Unidos, una agencia del gobierno norteamericano, a recomendar la imposición de tarifas punitivas a China. Según las conclusiones del informe, las empresas pierden 50 billones de dólares al año como resultado de la transferencia forzada de tecnología o robo de propiedad intelectual.
De hecho, los chinos son aún los grandes productores mundiales de copias no autorizadas, una manera diplomática para hablar de robo y piratería comercial. Entre 50 países analizados por la Cámara Americana de Comercio, China aparece en el lugar número 25 respecto a infracción de marcas registradas. EUROPA PRESS N. S.