La fabricación de zapatos es una industria local que se resiste a la muerte. Hace poco más de dos décadas en Tampico y Ciudad Madero una decena de talleres artesanales elaboraban calzado para las más famosas zapaterías de esa época, pero llegó la oleada china y arrasó casi con todos.
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Los orígenes de la fabricación de calzado en México no son bien conocidos, pero existen registros de zapateros desde el siglo XVII y durante toda la Colonia; en Tampico el oficio aparece desde 1837, teniendo su mejor época durante las décadas de los 70 e inicio de los 80.
Con más de 40 años en esa tarea, Ricardo Gómez Yáñez rememora que las zapaterías más famosas del puerto de esa época eran Salinas, Arca de Noé, Destroyer, entre otras que se abastecían de pequeñas fábricas locales que operaban en las colonias Guadalupe Victoria, Cascajal y la calle Alameda.
En esos tiempos el país estaba cerrado a las importaciones asiáticas; León, Guanajuato, ya era la capital mexicana del zapato y las empresas nacionales atendían la mayor parte de la demanda nacional, pero se complementaban con fabricantes locales que hacían al gusto del cliente botas, botines, tenis, zapatos escolares y para dama, agregó don Ricardo de 64 años de edad.
INVASIÓN CHINA
Al finalizar la década de los setenta, la industria del calzado mexicano producía 210 millones de pares anuales y era fuente de empleo directo de 115 mil trabajadores, pero llegó la debacle para el sector cuando el país ingresó al Acuerdo General de Aranceles (GATT) por sus siglas en inglés.
La baja en la tarifa arancelaria propició en México la competencia con el calzado barato proveniente del extranjero, aceleró la disminución de la capacidad productiva nacional y entre 1988 y 1993, la participación nacional en el consumo tuvo una caída de 15%, mientras que las importaciones incrementaron 626%.
Carlos del Ángel López, propietario de Renovadora de Calzado "La Victoria”, agrega que lamentablemente ese sector, en especial la micro y pequeña empresa, ha permanecido olvidada por el gobierno y otro factor en contra es el desinterés de las nuevas generaciones de involucrarse en esa actividad, porque no la consideran rentable.
La llegada de la pandemia en marzo pasado dio la estocada final al gremio y apenas quedan unos cuantos negocios locales y sus pequeñas factorías resisten a la tormenta con la elaboración de zapatos de moda, de ortopedia, especiales para pie diabético, botines y botas para las comparsas de carnaval y fiestas de Xantolo de las regiones huastecas.
Con un menú de pieles certificadas por la Coepris y producidas en granjas de cocodrilos, avestruz y víboras en su mayoría radicadas en Guanajuato, el negocio persiste en el gusto de la población local y sobrevive con una producción mensual superior a los 50 pares de zapatos, además de la elaboración de bolsas, restauración de chamarras y agregando ahora empaques ecológicos.
Da empleo en especial a personas mayores, no solo por su experiencia, sino porque no hay jóvenes interesados en integrarse a esa manufactura.
Don Carlos llegó procedente de la Ciudad de México hace más de 20 años a Tampico y dedicado a ese oficio desde la adolescencia, hoy mantiene viva su pequeña fábrica en un edificio histórico que data de 1926 en la calle Tamaulipas, de la zona centro de este puerto.