Cuando los caminos se hacían al paso del ganado y los límites de Tampico eran apenas unas cuadras afuera del centro, se inició un proyecto que terminó por modificar en muchas formas la vida cotidiana de la ciudad, pues con la llegada de un centro de distribución de carne, muchos negocios y familias cambiaron su manera de adquirir los productos y empezó una nueva época de modernidad para el puerto.
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El primer "rastro", como se les conoció a estos centros, pues al principio se arrastraba al animal sacrificado que iba dejando una huella hasta donde era procesado, se empezó a construir en Tampico hacia 1850 y se encontraba sobre la calle Altamira, a un par de cuadras al oeste de la Casamata, por el barranco donde años después estuvo operando el Cine Tampico.
"Hacia 1870, en la zona que hoy ocupa la Casa de la Cultura, se encontraba una construcción militar que se conoció como el baluarte de La Flecha, la cual colindaba con los antiguos cementerios: el católico, al sur; y el protestante, al norte. Por aquellos años, los habitantes solían sacrificar animales en viviendas particulares o en diversos rastros que tenían pocas condiciones de higiene, por eso se proyectó un nuevo centro de matanza".
Comenta el cronista de Tampico Josué Picazo, quien menciona que a causa del crecimiento de la población y de la necesidad de tener mejores condiciones higiénicas, en las primeras décadas del siglo XX la ciudad requirió un nuevo rastro ante la alta demanda de productos cárnicos que se tuvo al comenzar la época del auge petrolero y la llegada de muchos negocios.
En 1923, sigue el cronista de Tampico, "el gobernador César López de Lara dio al introductor de ganado Bartolo Rodríguez la concesión para construir el nuevo rastro, en el predio de la colonia Melchor Ocampo, donde funcionó hasta finales de los ochenta. Los trabajos del nuevo rastro iniciaron en 1923, pero tuvieron que suspenderse debido a que, en diciembre, López de Lara dejó la gubernatura para unirse a la rebelión de Adolfo de la Huerta".
"Entonces se formó la Compañía del Rastro de Tampico, cuyo socio mayoritario era el gobierno de Tamaulipas, pero el presidente y gerente fue Bartolo Rodríguez. El mismo Rodríguez extendió diversos préstamos para que la compañía concluyera el proyecto. Por esta razón, el Ayuntamiento de Tampico llegó a deberle a Rodríguez hasta 231 mil 37 pesos, monto por el cual el municipio pagó 1% de interés mensual", añade.
Como muchos otros proyectos que se realizaban en el puerto, el Rastro de Tampico fue en su época el más moderno del país. En abril de 1925, la compañía recibió la maquinaria que provenía de Saint Louis, Missouri, Estados Unidos y que fue traído a Tampico en vapores de la compañía Munsop Steamship Line. Finalmente, el 16 de septiembre de 1925, el rastro fue inaugurado por el gobernador Emilio Portes Gil.
"Destacaba por emplear modernas maquinarias para mover y procesar las reses sacrificadas; existían, además, un área para la preparación de productos de salchichonería, cámaras frigoríficas y un laboratorio. Con la apertura del nuevo rastro, el Ayuntamiento prohibió que hubiera matanza de animales en otros puntos de la ciudad, pues en las nuevas instalaciones se podía sacrificar ganado vacuno, porcino, cabrío o lanar, entre otros", agrega Picazo Baños.
Según un informe del inspector de Pieles, Rastro y Ganado, en abril de 1931 se sacrificaron dos mil 418 animales, casi 100 al día, lo que da una idea de la actividad que tenía aquel rastro que atendía ya para mediados del siglo pasado a introductores de carne de varios estados aledaños que preferían vender sus productos en el sur de Tamaulipas.
La zona del rastro empezó a poblarse con diversas colonias, que al ir creciendo la ciudad rodearon esa área que un día fue el límite de Tampico, entonces la convivencia con el centro de matanza género diversas situaciones, como que por la colonia El Cascajal deambularan los reses y toros que al escaparse de los corrales se dirigían hacia las calles ocasionando destrozos y sustos a muchos residentes del sector.
Con un silbato se alertaba a la gente cuando el ganado tomaba las calles, regresando a los corrales solo cuando los trabajadores del centro de matanza los volvían a lazar. Además, cuando se iniciaron labores en el Instituto Regional de Bellas Artes (IRBA), que se ubica a un lado, hacia la avenida Hidalgo, en sus escenarios y talleres aparecían huesos o viseras que gatos toman del rastro y los llevaban al centro cultura.
Existió también en el rastro un festejo especial el Día de la Virgen de Guadalupe, cuando cada 12 de diciembre muchos de los introductores de carne, junto con la administración realizaban un festejo que duraba todo el día, con participación de mariachis y otros grupos que cantaban "las mañanitas" y además se realizaban todo tipo de platillos de comidas típicas que se repartían entre todos los que asistían al evento.
Para la década de los setenta, el deterioro del rastro era tal que su operación se volvió complicada y se volvieron constantes las quejas por parte de los trabajadores. Ante la necesidad de resolver la situación, el gobierno del presidente municipal Carlos González Moreno (1975-1977) solicitó un crédito a Banobras para la construcción de un nuevo rastro en la colonia Enrique Cárdenas González, el cual entró en operaciones en 1977.
Aunque el rastro de la colonia Melchor Ocampo dejó de operar formalmente en 1983, indica el cronista de Tampico, hasta 1989 siguió funcionando como rastro para aves; mientras que el sacrificio de los otros animales que se consumían en Tampico tenía que hacerse en el rastro de Ciudad Madero. Así, durante casi toda la década de los noventa, el edificio del rastro porteño quedó en el abandono.
En lo que fue el centro de matanza opera la Casa de la Cultura de la ciudad, siendo rescatado el edificio en la última década del siglo XX, se instaló el Archivo Histórico de la Ciudad, pasando el inmueble a ser un patrimonio de Tampico donde las artes locales y universales van dejando ahora un nuevo rastro.