En el último recodo del Tamesí un pueblo huasteco rebelde resistió el embate español, rodeados por la exuberante vegetación y conectados por los canales del río, burlaron la invasión que poco a poco llegó como un destino ineludible; dicen que ahí nació la leyenda de los perros de agua que le daría nombre a Tampico: en el señorío de Tancol.
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Debido a que está bordeado por el Tamesí y su sistema lagunario, Tancol se comunica vía marítima con Tampico y Altamira. Por lo que floreció la venta de diversos productos agrícolas que eran vendidos en lanchas a modo de tianguis flotantes, llegando a la zona del muelle del sector que se ubica actualmente por el libramiento poniente.
También desde ese muelle se tenía servicio de pasajeros hacia otras comunidades del Tamesí y hacia lo que hoy se conoce como La Puntilla, incluyendo al ejido La Isleta, el único territorio comunal que aún sobrevive en Tampico, hasta donde llegaban en abundantes cantidades las nutrias que bajan por el río hasta la zona del Cascajal.
Ya para 1837 Tancol era disputado por Tampico y Altamira. El puerto lo incluía en sus censos, con 45 personas registradas como “milperos”. Al final el poblado pasó a ser jaibo y el 19 de agosto en 1926 se convierte en uno de los primeros ejidos de México, autorizando a 81 capacitados a explotar las 450 hectáreas que conformaban esta tierra, herencia directa de los huastecos.
La lejanía del bullicio estrafalario que ambientaba a principios del siglo pasado al puerto de Tampico, mantuvo a Tancol como una congregación con sus propias costumbres y tradiciones arraigadas. Pues para ir por tierra a Tampico tenían que caminar un largo tramo hasta la carretera, hoy prolongación de la avenida Hidalgo.
Por este acceso que Tancol tenía frente a la laguna La Escondida, desde principios de 1900 se instaló la planta potabilizadora Hidros, con la construcción de un bello edificio de estilo francés, que actualmente está considerado como una de las joyas arquitectónicas de la ciudad.
Poco más de 40 años después, en 1971, el gobierno federal inició la primera expropiación, tomando 34 hectáreas para la ampliación del aeropuerto de Tampico y en 1979 se daría la definitiva, pagando las autoridades poco más de 33 millones de pesos a los 50 ejidatarios que aún quedaban con derechos agrarios en las 415 hectáreas restantes.
También en el lejano poblado se instaló el cuartel de la Octava Zona Militar, institución que hasta la fecha sigue siendo referencia para ubicar a esta colonia que se convirtió en una extensa área de fraccionamientos y conjuntos habitacionales al norte de Tampico.
Aún la exuberancia natural se puede percibir en algunas calles de lo que ahora es la colonia Tancol, donde actualmente se han instalado varias empresas y se proyecta revivir la planta Hidros como un nuevo atractivo de la ciudad y la laguna La Escondida como una reserva ecológica, lo que representa un regreso al origen de esta bella parte del puerto que todavía respira su aire huasteco.
HERENCIA HUASTECA
En la zona de Tancol existen sitios ceremoniales prehispánicos, ahí se estableció un señorío huasteco y se conservan varias estructuras arqueológicas.
Al interior de una escuela privada, con la que el INAH estableció negociaciones para el resguardo y conservación, existe un basamento principal que tiene 5 metros de alto y más de una docena de cúes.
TRADICIÓN
Una costumbre que aún se realiza es la “Quema de Judas”, cada Sábado de Gloria después del Viernes Santo, como en otros pueblos huastecos las personas se disfrazan y bailan música autóctona.
EN CIFRAS
- 4,500 personas habitan la colonia Tancol.
- 652 personas por km2.
- 110 establecimientos comerciales operan.