No voltear y verlas es casi imposible.
Sus colores negro y dorado, con tamaño de 1.80 metros las tornan imponentes afuera del pequeño local de la calle Aduana, en el Centro Histórico de Tampico. Es la Santa Muerte, la jijurria, la blanca o la flaca, a la que se le pide todo: salud, amor, dinero, trabajo, y que cada vez gana adeptos entre la población local.
Esa devoción creciente la hace más atractiva en las cercanías a las festividades de los Días de Muertos, pues también recibe ofrendas que van desde flores, una coca-cola, hasta lo que imaginan gusta a la Dama de la Guadaña.
Las figuras de yeso fabricadas en talleres de la Ciudad de México tienen muchos precios y oscilan desde los 15 hasta los 5 mil 500 pesos la más grande. Hay negras, blancas, plata, doradas, rojas, multicolores o de las siete potencias, y es ésta la que más atrae, porque sus seguidores suponen puede responder a todos los favores, explica el vendedor Juan Manuel Peto López.
Para el comerciante tampiqueño, la víspera de las fiestas de los Fieles Difuntos es de las mejores épocas pues las ventas de las imágenes, veladoras y oraciones suben hasta 50%, aunque después reconsidera y corrige que no, y ya todo el año es bueno.
Junto a las enormes figuras que parecen custodiar el negocio, nacido hace cinco años, advierte que hoy la Santa Muerte gusta a todos, a jóvenes, a hombres o mujeres grandes y, distinto a lo que se piensa, también es venerada por gente educada o de altos ingresos económicos.
“A ella le siguen, como a San Judas Tadeo o la Virgen de Guadalupe, porque están convencidos que es buena y responde a las súplicas”.
Considera que la fe no es temporal para quienes le siguen y tampoco es mala, ni nueva, pues desde muchas generaciones anteriores ya existía, aunque escondida, la devoción hacia la también llamada Catrina, cuyo uso también aumenta en anillos y dijes de acero, oro y plata.
El culto a la Santa Muerte se ha extendido mucho en la localidad, asegura, y ya son muchos los negocios que las comercializan y la gente ya no oculta más su fervor, pues cada vez hay más altares en la calle para que cualquiera que requiera su ayuda pueda invocarla.
A lo largo del pasillo del establecimiento, la figura descarnada adornada con espejos, cuarzos, monedas y billetes se mezcla con la Jesús Malverde, el llamado santo de los narcos, con catrinas y figuras demoníacas, entre otras que forman parte de la devoción popular.