Se podían identificar por sus pregones, por el sonido de los artefactos que operaban o su forma de vestir, su función era simple, hacer más fácil todo. Como llevar un mensaje y productos hasta las puertas de la casa; darle nueva vida a utensilios, zapatos y ropa; pero también entretenernos o reparar los primeros artilugios tecnológicos que se tenían como las máquinas de escribir, los relojes y las televisiones.
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Muchas de esas sabidurías, heredadas de generación en generación, han empezado a quedar solo en recuerdos y fotografías que nos hablan del paso de la modernidad y aunque alguna vez fueron vitales para la vida cotidiana, hoy cada vez menos son solicitados, convirtiéndose algunos en actividades excéntricas. Otros entraron irremediablemente en la categoría de los oficios perdidos.
Por la calle Rivera, hoy Héroes del Cañonero, en el lado sur del centro de Tampico se encontraban al reparador de máquinas de escribir, el relojero, la mecanógrafa o evangelista y al afilador, entre otros como el fotógrafo ambulante en las plazas que manejaban artefactos para realizar su trabajo, pero que ahora fueron reemplazados por una tecnología, que aún no termina de marcar sus límites y sus alcances.
Mientras que en las colonias y barrios como La Unión, Tamaulipas, El Golfo, El Cascajal, la Morelos, Volatín, Barandillas, Trueba y muchas otras los gritos del vendedor de artículos de mercería, la flauta del afilador, el tilín de las obleas, el silbato de los camotes y plátanos cocidos, el “pop” del palomero, la corneta del paletero, el rechinido del carrito del vendedor de petróleo, el saludo amable del "cubetitas" y la voz del ropavejero estaban entre los sonidos del día a día.
"Yo creo que debemos de quedar algunos tres o cuatro que todavía tenemos un carro ambulante de hacer palomitas, es algo que se fue perdiendo cuando la gente pudo hacerlas en su casa muy rápido con el microondas y así otros vendedores ambulantes también fueron desapareciendo al cambiar los gustos de las personas, como los de dulces típicos, los algodoneros, los que vendían pirulís, muchos de ellos con ese oficio sacaron adelante a sus hijos".
Comenta Armando Hernández, quien es heredero de uno de los carros de palomitas que puede ser el más antiguo de la ciudad, pues tiene accesorios que datan de hace 100 años y que se ubica desde hace más de 60 años en la plaza de Armas de Tampico.
Añade que muchos de los oficios de ambulantaje que se hacían ya se perdieron, como la venta de libros y de otros productos que se hacían casa por casa, además de los dulceros y reparadores de calzado que van a las colonias.
Por separado, Agustín Muñoz De León, quién actualmente administra la talabartería El Fuerte, comenta que "Tampico fue una zona importantísima para el comercio, por eso surgieron muchos oficios y se contrataban personas de otras partes de la república para satisfacer la demanda de ciertos productos, pero también gente que venía de otros lados de la república empezó a comercializar artículos propios de las ciudades donde provenían".
Con el transcurrir del tiempo, dice, muchas de las actividades que se realizaban en Tampico fueron desapareciendo, algunas gradualmente y otras muy rápido.
En nuestro sector, por ejemplo, la fabricación de zapatos a mano fue desapareciendo con la llegada de los materiales sintéticos y la fabricación en serie.
“Pero antes, al igual que los sastres, que también es otro oficio que se me está perdiendo, el calzado se hacía a la medida y al gusto de las personas, ahora ya es algo que no existe y nuestras ventas disminuyeron de forma dramática, como muchos otros negocios que ahora resultan exóticos y que un día tuvieron mucho auge".
Con la llegada de las redes sociales la nostalgia se convirtió en una mercancía más y es fácil encontrar productos que antes se vendían casa por casa o en las calles de la ciudad en estas plataformas, para sorpresa de algunos, unas de estas viejas actividades siguen sobreviviendo y adaptándose a los nuevos modelos, pero otras quedaron ya como meras referencia de cómo se vivía antes de estar todos conectados al móvil.
La paradoja es que el mismo tiempo que convirtió aquellas innovaciones en cosas antiguas, será inexorable también con los avances tecnológicos que vivimos ahora y quienes hoy ven extraños aquellos aparatos de ayer y a los hombres que los trabajaron, serán los que en un futuro recordarán con añoranza los nuevos oficios perdidos, pero ahora de la era del internet.