Primero los cañones de las carabelas, luego los de los piratas, después de los estadounidenses y más tarde los cañonazos de Ángel Castro y Héctor “el Superman” Espino dejarían en este barrio muchas anécdotas y leyendas que hacen de la Isleta Pérez una zona donde la historia de Tampico fluye junto al río.
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Ya hace 500 años, en agosto de 1520, de acuerdo con la crónica de Bernal Díaz del Castillo, que el capitán Diego de Camargo llegó por el Pánuco hasta esa zona de la huasteca para edificar una fortaleza, pero se le rebelaron violentamente los habitantes, librándose una batalla donde los españoles tuvieron que huir rumbo a la Villa Rica de la Vera Cruz.
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En una paradoja de la historia, 48 años después en 1568, en el barco Minion llegó de Veracruz, huyendo de los españoles; el temido pirata John Hawkins, refugiado en la Isleta de Tampico, al no contar con suficientes víveres tomó una decisión: dividir a su tripulación, dejando a 100 de sus 200 hombres en tierra, quienes al enfrentarse a los huastecos fueron desnudados y dejados a su suerte, muriendo la mayoría de ellos en manos de la inquisición o encarcelados al llegar a Pánuco.
El cronista de Tampico, Josué Picazo, señala que fue en 1865 cuando aparece por primera vez en un mapa de la ciudad la Isleta, “que era parte de los acumulamientos que el río Tamesí dejaba hacía esta parte, al correr paralelo al Pánuco, pues aparece rodeada de agua junto a otros islotes de la zona.
Será hasta que se rellene el brazo del Tamesí, cuando se tenga ya una comunicación con tierra firme y se comience la urbanización al ser comprada a su propietario Francisco Pérez, de donde tomó su nombre esta área ubicada en los límites de la ciudad y que demostraría que no era donde Tampico terminaba, sino donde iba a comenzar.
En manos de la empresa Tampico Navigation Company, que la compró al señor Pérez hacia 1918, la Isleta se fue fraccionando para dar paso a su potencial, pues en pocos años se instalaron en esta parte de Tampico industrias que cambiarían el rostro no solo del puerto, también de México.
Mediante un acuerdo con el gobierno del estado, afirma el cronista, “esta compañía tenía el compromiso de dividir el gran lote que era la Isleta para que se ocupara por muelles, astilleros, fábricas, bodegas y áreas para habitar, y una vez acabado este convenio quien compró predios los fue utilizando”.
Así, desde la década de 1920, la Isleta empezó a ser un punto importante para la ciudad, no solo estaba aquí la primera embotelladora de Coca-Cola en México, sino la compañía “PPQ”, que después se transformó en Dupont, además de otras que dieron renombre a la ciudad como Astilleros y Varaderos Appedole, la fábrica de pinturas Solex, las refresqueras Orange Crush y Titán, la compañía Liquid Carbonic, entre muchas más.
Entre los tesoros que resguarda este barrio está la imagen tallada en cedro del Líbano, con una antigüedad de 200 años, de la Virgen del Carmen, la patrona de los pescadores, que en su humilde capilla del callejón de lo que fue el parque Alijadores, espera cada mes de julio a sus fieles, que detienen los navíos al cruzar por la Isleta Pérez en señal de respeto.
Aquí también se construyó la segunda plaza de toros de la ciudad y después el parque de béisbol de los Alijadores de Tampico, creando toda una época tanto con jugadores, como con un estadio que dio renombre a este deporte en México, pues fue construido en un área de maniobras del ferrocarril, mismo que interrumpía el juego, incluso cuando se disputaban campeonatos.
Primero fue el ciclón Inés y luego el Hilda, los que inundaron y devastaron la Isleta Pérez, luego fue la búsqueda de mejores condiciones para las empresas lo que originó una emigración de las industrias hacia el sur de Altamira y a finales de los años de 1970 el bullicio y el griterío empezó a terminarse en el barrio.
Antes llenas de cientos de trabajadores o fanáticos en los juegos de béisbol, ahora sus calles reflejan el silencio del abandono, las fachadas de las importantes industrias que empoderaron a Tampico lucen desgastadas por el olvido, solo unas pocas empresas sobreviven a la vuelta de siglo.
¿Conociste a “Superman”?, claro, contesta el anciano señalando el callejón -ahí frente a la Virgen bateó un jonrón, cuando Tampico ganó el campeonato, toda la Isleta era una fiesta- dice mientras camina hacia las anchas y vacías calles del otrora área industrial del puerto, “pero, mira ahora, solo quedamos fantasmas”.