La angustia sobre qué pasará mañana no deja dormir a Yemina Chable, quien vende mallones en la calle Carranza del centro histórico de Tampico, sus ventas cayeron como nunca, apenas gana para comer y el futuro incierto por la propagación acelerada del coronavirus la sume en la zozobra porque no tiene prestaciones sociales, ni ingresos seguros.
La historia se repite con Reyna González y Vianey Meza quienes inicien la venta de tacos desde la 7 de la mañana para vender tacos rojos afuera de la fiscal de Tampico. Su salario promedia los 150 pesos, pero estos se acaban si el gobierno suspende definitivamente la actividad comercial en las calle al endurecer la cuarentena para frenar la dispersión de la infección.
Esa es la situación de más de 170 mil personas que laboran la informalidad dedicados a la venta de alimentos, ropa, accesorios para teléfonos, frutas y verduras. La mayoría son mujeres y personas de la tercera edad.
Yemina Chable dice que tiene muchos años dedicada a las ventas de la calle y su preocupación es mayor porque tiene un hijo discapacitado, que en silla de rueda se mueve por el centro de la ciudad vendiendo flores, dulces y otros productos de la temporada.
Somos los pobres, y la situación es angustiante para todos nosotros, porque si no salimos a trabajar de que vamos a comer y no todos tenemos acceso a los programas sociales.