Cuando el río Tamesí se convirtió en una parte de Tampico, la orilla del puerto comenzó a tomar forma; surgieron los mercados municipales y esta zona comercial que por excelencia había tenido un auge importante se fue poco a poco transformando, con nuevas oportunidades para quienes buscaban en esa parte de la ciudad hacer negocio.
SE SECA EL RÍO Y SURGEN NUEVAS OPORTUNIDADES
En 1920 se quitó la estructura del puente Francisco I. Madero, que conectaba la Aduana con la plaza de la Libertad y a lo largo de esa década se fueron realizando obras, que incluyeron la plaza Hijas de Tampico, pero también hubo que delimitar el área del recinto portuario, construyéndose una barda a lo largo del muelle.
La ciudad aún no se extendía hacia el norte y la actividad principal estaba en la zona baja, sobre los mercados y la nueva zona industrial de la Isleta Pérez, donde llegaban cientos de personas a comprar mercancías de todo tipo, ofrecer sus productos, a trabajar y también a encontrar su sueño.
LA CUARESMA EN TAMPICO QUE CAMBIÓ TODO
Entre los aguadores, fruteros, afiladores, boleros y vendedores ambulantes de muchos productos, se instala a principios de la década de 1930, en la puerta de entrada del puerto, José María Bracamontes para ofrecer tacos, mientras consigue trabajo en el muelle, pues acaba de llegar de Michoacán. Pero durante una temporada de Cuaresma, se da cuenta que sus clientes, los trabajadores del muelle no comen carne porque se los prohíbe la religión, entonces crea un nuevo menú.
En una especie de baguette, que la gente conocía popularmente como “pan francés”, pues fue heredado de cuando tropas de Francia estuvieron 4 años estacionadas en Tampico y que se volvió habitual debido a una hambruna que originó esa guerra, “Chema” Bracamontes, introduce una sardina a la que agrega tomate, chile y otros condimentos.
LA BARDA, UN LUGAR PARA COMER RÁPIDO
Al terminar la temporada quiere volver a los tacos, pero su clientela, acostumbrada a largas jornadas le pide que siga con las tortas, quitando la sardina para poner en su lugar lo que llevaría un sándwich; creando así un ícono en la gastronomía del puerto, pero además popularizando una zona: la barda del muelle de Tampico, donde se comía, rápido barato y llenador.
“Cuando yo empecé a trabajar con mi papá, todo era muy distinto a como lo vemos hoy. Todavía circulaban grandes camiones, operaba el tren de pasajeros y existía toda una serie de comercios, que hacía que la barda del muelle tuviera un gran auge de personas todos los días”, comenta Paulo César Rodríguez Sánchez, hijo de Eduardo Rodríguez que a mitad de los años de 1960 se instaló también afuera del puerto a vender las peculiares tortas.
LA VIDA NOCTURNA TAMBIÉN LLEGA A LA BARDA
Indica que “existieron hasta 9 puestos de tortas a lo largo de la barda que va de la entrada del puerto a la estación del tren, cada uno fue agregando ingredientes y su forma de prepararlas, quedando como algo muy representativo la salsa de chicharrón que se empezó a servir a mediados de 1980”.
La venta de tortas en esta parte del muelle atrajo a otros vendedores de distintos productos que se instalaban en la plaza Hijas de Tampico, creando una zona donde el flujo de personas era muy alto, que para mitad de 1990 tuvo que expandir su horario toda la noche al surgir una demanda generada por los trasnochadores de Tampico.
LA DINASTÍA DE ORO SE EXTINGUE
Tortas “Lalo” tiene ya 50 años en la barda, “llegábamos desde las 5 de la mañana a instalar el puesto, que eran negocios muy pequeños y se trabajaba hasta las 12 de la noche, pero con la vida nocturna poco a poco se amplió el horario toda la noche, teniendo una baja de personas cuando se construyó el mercado gastronómico, pero ahora se tiene un nuevo auge e incluso tomando las ventajas de las plataformas digitales”.
“La dinastía de oro de las tortas de la barda, ya se fue casi toda, queda solo mi padre Lalo; por eso es un compromiso mantener viva la tradición, se procura que todos los ingredientes cumplan con la expectativa de nuestros clientes, lo vemos ya no solo como una torta, sino como una tradición y un emblema de la ciudad y queremos cuidarla como tal”, añade.
La popularidad de este emparedado conquistó ya paladares internacionales, además de que en toda la república ha trascendido su sabor; es ya parte de la gastronomía tradicional, llevando en su nombre, por mandato del destino, una zona que durante mucho tiempo fue el primer lugar que pisaban quienes llegaron a esta ciudad y donde más de uno espero a que cambiara su fortuna: la barda del puerto de Tampico.
Finalmente, una torta de la barda original de Tampico, se acompaña de un Escuis de Hierro.