La soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza representan los siete picos de las tradicionales piñatas navideñas y cada vez que en las reuniones o posadas de trabajo pasamos un buen destruyéndola, también lo hacemos contra el mal y hacemos triunfar el bien.
De acuerdo con la tradición heredada en México por los españoles, la piñata se convirtió en la representación del demonio, quien se viste de alegres colores para cautivar al hombre y que ceda a la tentación, de acuerdo con el señor Sabino Saldaña Trejo, quien desde hace 50 años se dedica a la elaboración de estos artículos artesanales.
Fue en la Conquista española cuando inició la costumbre entre las familias mexicanas, que gustan de romperla a lo largo de los nueve días de la posadas, vendando los ojos a la persona que le pega, significando que la fe es ciega.
En otras épocas se utilizaban ollas de barro y cubiertas con papel de colores radiantes, vistosos y llamativos representando al mal, quien suele presentarse como algo deslumbrante y apetecible para así someternos y que caigamos en la tentación.
Pero hoy, ese material ha sido sustituido por varas de tule extraídas del sistema lagunario Chairel, para formar el cuerpo y los siete picos, los cuales al caer, se supone, también destruyen los pecados que nos separan de Dios. El palo representa la fuerza de las virtudes para romper con todas esas inclinaciones pecaminosas y las virtudes que nos permitirán descubrir los frutos o dulces que hay dentro de la piñata y representan las gracias de Dios y que son: humildad, generosidad, castidad, paciencia, templanza, caridad y diligencia.
Incluso, de acuerdo con el catolicismo, si tú estás dispuesto a vencer un vicio, puedes pedirlo si rompes la piñata y quiebras uno o los siete picos de la artesanía.
El señor Saldaña, quien ha heredado la tradición de elaborar piñatas a sus hijos y nietos, tiene en esta su mejor época, pues se trata de los productos más demandados en este periodo decembrino.