En un mundo donde los roles de género a menudo limitan las oportunidades, Rosa Cabrales desafía las expectativas. Con valentía, se embarca en el mar en busca del sustento para su hogar, rompiendo barreras y demostrando que el coraje no tiene género.
Nacida en el seno de una familia de pescadores, habita en la zona del estero El Camalote del río Tamesí, un lugar con tradición pesquera arraigada que se ha mantenido vigente a lo largo de los años.
Hija de padres pescadores
Desde los 12, Rosa se inició en la pesca, un oficio heredado de generación en generación. Aprendió junto a su padre las habilidades necesarias para lanzar los aparejos al mar y obtener una variedad de pescados y mariscos.
Para Rosa, ver a una mujer desempeñándose en este sector no es algo fuera de lo común. Lo que le resulta extraño es la sorpresa de otros al descubrir su oficio, con el cual ha provisto sustento a su hogar durante décadas.
“Mi papá nos llevaba a pescar desde los 12 años. Toda la vida me he dedicado a la pesca, nosotros sabemos arrancar motores, echar los aparejos y hacer trampas; toda la vida hemos sido pescadores”, afirma.
Te recomendamos: Están varados 50% de los barcos camaroneros en el sur de Tamaulipas
A pesar de que la pesca ha sido considerada tradicionalmente como una actividad masculina, en las últimas décadas ha aumentado la participación de las mujeres en este ámbito productivo.
Si bien las mujeres siempre han estado presentes en la producción pesquera, su trabajo solía ser menospreciado al considerarse una extensión de las labores domésticas. Actualmente, las mujeres en la pesca han alcanzado roles de liderazgo en sus comunidades y han fundado cooperativas en México.
Una jornada muy demandante
La jornada laboral de Rosa comienza a las cinco de la mañana, enfrentando las inclemencias del tiempo sin importar la lluvia, el sol o el frío. Sin embargo, en los últimos años, la actividad pesquera ha sufrido dificultades debido a la disminución en la captura de diversas especies.
“Antes, pescábamos y ganábamos de 2 a 3 mil pesos, pero ahora lo máximo son 800 pesos y a veces ni siquiera hay capturas. Pero no perdemos la esperanza de que lleguen días mejores”, comenta Rosa.
La tradición pesquera se mantiene viva en su familia. Desde pequeña, Rosa acompañaba a su padre en busca del sustento familiar, y ahora enseña este oficio a sus dos hijos.
“Tengo tres hijos que saqué adelante con este oficio, pescando diariamente. Dos continúan la tradición; todos somos pescadores, ya que desde niños nos enseñaron a pescar, y continuaremos transmitiendo este aprendizaje a mis nietos”, asegura.
Ser madre y pescadora es un desafío
Las mujeres pescadoras enfrentan desafíos diarios, desde cuidar las tareas del hogar hasta cuidar a sus hijos debido al arduo trabajo que realizan desde tempranas horas. Además, se exponen a enfermedades de la piel, especialmente cuando trabajan en los manglares para extraer productos marinos.
A pesar de las dificultades, las mujeres pescadoras trabajan unidas para empoderarse y capacitarse, claves para alcanzar su realización personal y superar los desafíos diarios.
El 8.0% de las mujeres mexicanas se dedican a la pesca y acuacultura, según datos del Censo Económico del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) señala que en el mundo, el 50% de las personas que trabajan en la pesca son mujeres.
En México, según datos del Inegi, las mujeres que laboran en el sector se dedican principalmente a la acuacultura y pesca de especies como camarón, sardina y moluscos.