La talabartería es el arte de trabajar el cuero y convertirlo en piezas excepcionales, como los aparejos para animales de montar, de las bestias de tiro, así como cinturones y chaparreras, cabezales, morrales y demás creaciones que sólo pueden ser limitadas por la imaginación, lo que da como resultado piezas únicas, a la medida, pero sobre todo artesanales, por su confección completamente a mano.
Uno de los pocos talabarteros que mantiene este oficio que se resiste al olvido es Nicolás Alberto Rodríguez Constantino, conocido como Nico en el municipio de Ozuluama, es de los últimos artesanos que trabajan el cuero de la forma tradicional, con herramientas manuales, es decir, todo hecho a mano, lo que brinda a cada pieza que elabora un toque único y especial.
Talabartero de tercera generación
El gusto por trabajar el cuero lo trae en la sangre, prácticamente desde que nació, pues recuerda que sus primeros pasos los hizo entre retazos y el olor inconfundible de cuero natural, en el taller donde trabajaba su papá, a quien tiene en la memoria como un hombre trabajador, estricto en su oficio que realizaba con pasión, lo que se reflejaba en cada una de las creaciones.
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Considera que ese gusto de su padre por la talabartería lo heredó de su abuelo Nicolás Rodríguez, quien fue un excelente trabajador del cuero y que destacó en la confección de zapatos, todo hecho a mano, de la forma tradicional, como actualmente lo sigue haciendo Nico Rodríguez, quien demuestra su habilidad de manos para lograr mantener vigente este arte que forma parte de la cultura mexicana, que lo convierten en el talabartero de tercera generación.
El artesano desempeña este oficio desde hace 56 años en los que se ha dedicado a trabajar duro, labor que alterna con la docencia, ya que por las mañanas imparte clases en una escuela secundaria del municipio de Ozuluama y por las tardes se dirige a su taller, la Talabartería Rodríguez, ubicado en el Mercado en Condominio en la zona centro, donde, desde hace 40 años ocupa el local 2 por la calle Benito Juárez.
El inconfundible olor a cuero
La talabartería no pasa inadvertida para nadie de los que caminan por la banqueta de la calle Benito Juárez, el olor a cuero es inconfundible, para algunos irresistible, un aroma que sugiere calidad, lujo e indiscutiblemente autenticidad, que se puede describir como terroso, con algunas notas de humo y calidez.
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Todo depende del proceso de curtido al que fue sometido el cuero, del que el artesano explica el uso de los tres tipo de cuero que se pueden considerar más comunes, al menos en su taller y por el tipo de trabajos que se realiza, además del grosor en milímetros de cada uno de ellos, por lo que los hay de 2, 3 y 4 milímetros.
Nuevas técnicas y herramientas
El artista del cuero ha decidido incursionar y experimentar en nuevas técnicas, apoyado en la tecnología, por ello también ofrece el servicio de pirograbado en cuero con rayo láser, con lo que está logrando verdaderas obras de arte.
Nicolás Alberto Rodríguez dijo que para trabajar el cuero se requiere de diversas herramientas, muchas de ellas elaboradas por el mismo artesano.
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En su taller al artesano cuenta con una piedra volcánica que fue labrada en forma cuadrada, de aproximadamente 60 kilos de peso y que se utiliza para colocar remaches, además de compactar la piel, de la que dijo, fue traída del volcán Popocatépetl, cuando su padre aún trabajaba como talabartero, además de dos antiguas pero potentes máquinas de coser de la marca Singer, que se encuentran en ese lugar desde hace casi 70 años.
El arte de trabajar el cuero y hacer de estas excepcionales piezas, de formas que solo pueden ser limitadas por la imaginación, da como resultado piezas únicas, a la medida, de carácter artesanal, de las que se puede decir que son hechas totalmente a mano. La talabartería es un arte que se niega a desaparecer.