Bajo un techo de plástico, rodeados por una malla, recogiendo leña para calentarse y preparando sus escasos alimentos, viven unas 700 personas dentro del campamento de migrantes, esperando que Joe Biden cumpla la promesa de regulación migratoria.
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El campamento de migrantes de Matamoros, instalado de forma rudimentaria a un costado del río Bravo fue abierto en el 2019 con unas 2 mil 500 personas, aunque con el endurecimiento de las reglas migratorias y la pandemia actualmente está habitado por unos 400 adultos y 300 niños.
"La vida es muy dura, dura, principalmente por los niños, ellos tienen que dormir en el suelo, con frío y calor", dijo Rosaura Enamorado, originaria de Honduras, quien desde el 2019 llegó al campamento con su hijo Kenet, que ahora tiene cinco años.
Explicó que huyendo de la crisis económica y la violencia que existe en su país, llegó a México mediante el pago de un "coyote", no obstante, no pensó lo difícil que sería llegar a Estados Unidos.
"Solicité mi asilo a Estados Unidos, me devolvieron; me dijeron que tenía que seguir aquí y me toca esperar, se vino la pandemia y aquí sigo", apuntó la mujer con una sonrisa resignada, mientras iba a recoger leña a la orilla del Río Bravo.
"Ahora nos dicen que con este señor -Biden- las cosas van a cambiar, entonces me voy a esperar", destacó.
La esperanza ahora está en marzo, fecha en que se dice podría definirse su situación migratoria o de lo contrario, regresará a Honduras.
"La vida aquí es crítica, hay gente mala, hay gente buena y hay que cuidar a los niños mucho. El día es de cocinar, lavar, así la pasamos siempre, mi casa es una carpa desde hace dos años", explicó.
"Si las cosas no funcionan, regresaré a Honduras porque lo de aquí no es vida", sostuvo.