Tercera parte
Suscríbete a la edición digital de El Sol de Tampico aquí
Al final del territorio mexicano y a pocos metros de Estados Unidos se encuentra la ciudad migrante, un espacio de tierra y carpas que alberga a 700 personas cuya mirada permanece puesta del otro lado del río Bravo y que por lograr el sueño americano han rebasado todos sus límites.
Fue en 2019 cuando el campamento de migrantes, ubicado en el municipio fronterizo de Matamoros, se instaló con casi 2 mil 500 personas, en su mayoría de origen centroamericano que llegaron a la frontera con la finalidad de solicitar asilo.
No contaba con que el entonces presidente Donald Trump aplicaría el Protocolo de Protección a Migrantes (MPP por sus siglas en inglés) lo que los dejó en medio de un limbo migratorio.
“Esta es la ciudad migrante en territorio mexicano, ya aquí no hay nacionalidades, en un principio había sus diferencias por el folclor, por las costumbres de cada cual pero ya con el paso del tiempo nos hemos hermanado, somos uno solo, declaró a El Sol de Tampico, Joel Hernández Cabrera, de nacionalidad cubana y quien ha sido de los fundadores de ciudad migrante.
El hombre que hizo una travesía de 270 días desde Cuba para llegar a México pasando por Guyana, Brasil, Perú, Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras y Guatemala, recordó que para conformar esta diversa comunidad fue necesario establecer acuerdos entre representantes de todos los países, lo que les permitió organizarse.
“Se hizo un colectivo de cada país, donde se formó una estructura, yo formé parte de esa junta directiva por Cuba, como soy de profesión abogado mis humildes conocimientos sirvieron para formar esta gran ciudad que hoy vivimos”, explicó.
“Muchos -de los que iniciaron en el campamento- están en Estados Unidos, otros decidieron retornar y lo que decimos ir por la legalidad todavía estamos aquí”, sostuvo el cubano que vive con 10 compatriotas más, cerca de las cruces que recuerdan a los ahogados en el Bravo.
La pandemia sólo ha venido a estancarlos más; primero porque esto dio pie a que Donald Trump congelara las citas migratorias y luego, porque ya no reciben comida como antes de las organizaciones de Estados Unidos, debido a las restricciones en los cruces migratorios.
“El dolor de uno es el dolor del otro. Nosotros teníamos un servicio excelente, traían comida cocinada de los Estados Unidos, teníamos comida tres veces al día; se mantienen organizaciones que nos surten alimento crudo y nosotros los elaboramos pero no pueden abastecer como antes”, detalló.
Precisó que dentro de esta ciudad-campamento están ubicados por países, los baños y las duchas son de tipo nómadas y se limpian periódicamente, mientras que el servicio de energía eléctrica funciona mediante plantas.
LAS REGLAS DE CIUDAD MIGRANTE
Para establecer la convivencia de 700 personas, que la mayor parte del tiempo se encuentran en crisis de estrés por la incertidumbre de no llegar a Estados Unidos y por vivir a la intemperie, fue necesario aplicar ciertas reglas.
En la entrada de este campamento, donde no se permite el acceso a externos, hay un letrero que muestra el reglamento, entre los puntos básicos de respetar horarios para escuchar música y la distribución equitativa de la comida distribuida por las Ong’s Team Brownsville y Angry Tías, se destaca el cuidado de los niños.
Una de las normas es que los menores de edad deben ir acompañados a las duchas y sanitarios además de que no deben estar fuera de su carpa después de las 8 de la noche.
Se les piden a los habitantes no introducir drogas y alcohol, no vestir inadecuadamente y no discriminar, aunado a que se les advierte que no se tolera la violencia física o verbal.
NO HAY ESPACIO PARA MÁS: MIGRANTE NICARAGÜENSE
Joseline, nicaragüense, quien vivió 5 meses dentro de este campamento, advirtió que es posible que con la llegada de Joe Biden al poder lleguen más migrantes a Matamoros con la esperanza de obtener asilo, situación que no es aceptada por quienes llevan años esperando su cita.
“No estamos de acuerdo con que llegue más gente, nosotros llegamos antes, ¿cómo es posible que llegue gente nueva y a ellos les den cita primero? Es algo que no podríamos permitir”, señaló la mujer madre de Brianna de 5 años y de Aída Sofía de 7 meses de edad, registrada como tamaulipeca.
Detalló que ella y su esposo vivieron en la ciudad migrante y que una vez que ambos encontraron trabajo rentaron un cuarto, sin embargo, la paralización económica por la contingencia sanitaria del Covid-19 los tiene a un paso de regresar.
“Aquí en el campamento no es vida, es duro para los niños. Si la pandemia nos aprieta nos va tocar volvernos a venir”, apuntó entrevistada afuera del campamento donde acude para que le regalen una despensa.
Informó que su cita con el Gobierno de Estados Unidos lleva 8 meses congelada y que ahora esperan a que llegue el 9 de marzo para que puedan ser atendidos, si es que no hay otro retraso.
“Esperando que con este nuevo presidente cambien las cosas y nos pasemos para el otro lado. No podemos regresar a Nicaragua. El dólar de allá (Estados Unidos) son 40 córdobas, en el caso de que esté muy duro me quedó en México pero la idea es pasar”, enfatizó.