De diferentes nacionalidades pero con un sueño en común, un día emprendieron el viaje desde su patria para buscar nuevas oportunidades en el extranjero; sin importar los desafíos que hay en el camino decidieron llegar a la franja fronteriza del norte de Tamaulipas.
A mediados del mes de febrero de este año que está por concluir, cientos de personas provenientes de Honduras, Guatemala, El Salvador, Venezuela, Cuba y otros países ingresaron a México por el estado de Chiapas.
La caravana de migrantes avanzó desde el sur tras el sueño americano, poco después se dividieron en dos grandes grupos, de los cuales uno llegó a Tijuana, Baja California y otro a Reynosa, uno de los municipios más violentos de Tamaulipas.
De acuerdo con la información del administrador de la Casa del Migrante "Senda de Vida", Héctor Silva de Luna, desde el inicio de este año hasta el día 15 de agosto la cantidad de personas aumentó considerablemente llegando a 3 mil 300 personas y 3 mil menores de edad.
Los desplazados que llegaron a esta ciudad, en su mayoría centroamericanos, lograron conseguir asilo político del gobierno de los Estados Unidos. En tanto los que no lo han logrado y contaban con un permiso para trabajar en la ciudad de Reynosa se dispersaron en el primer cuadro de la mancha urbana.
En su mayoría personas originarias de Cuba son las que se unieron para buscar una habitación fuera del refugio migratorio y establecerse en algún trabajo, mientras esperan respuesta a su petición de asilo establecida al gobierno de Donald Trump.
SE SUMAN A LA FUERZA LABORAL
Aunque el Instituto Tamaulipeco del Migrante (ITM) desconoce la cantidad exacta de personas que se encuentran trabajando en esta localidad, de manera extraoficial se estima que son unos 500 los foráneos que se incorporaron a la fuerza laboral solo en Reynosa, sin contar Nuevo Laredo o Río Bravo, por lo que la cifra fácilmente superaría los mil 200.
Requieren solventar gastos diarios, desde vivienda, comida, vestimenta, hasta algunos lujos que pueden adquirir al tener ya una mayor estabilidad en su actividad, todo hasta que los manden llamar a la Vorte mediante el Instituto Nacional de Migración (INM).
Basta caminar por calles y áreas comerciales de Reynosa para observar a buen número de migrantes trabajando en diferentes negocios, mismos que en muchas ocasiones son contratados con menores beneficios que los nacionales, lo que los hace atractivos para los contratantes.
Clarisa Pavón Torre, de 44 años, salió de su natal La Habana, Cuba, para buscar un mejor futuro en los Estados Unidos, pero será hasta dentro de dos meses aproximadamente cuando tenga respuesta por parte de las autoridades si su petición fue aprobada.
Por lo pronto se encuentra trabajando en una estética ubicada en la calle Hidalgo de la zona centro de esta ciudad fronteriza, con la que cubre los gastos de la renta y lo necesario para subsistir, “ahorita me encuentro trabajando aquí y espero en dos meses cruzar a los Estados Unidos si se puede”.
Otra historia similar es la que vive Leyani Santana Oquendo, de 32 años de edad, que por diferentes razones partió de la provincia de Matanzas en el municipio de Colón, Cuba, buscando una mejor calidad de vida.
Leyani se dedica a la venta de accesorios para teléfonos celulares y espera en los primeros meses del año 2020 su llamada para recibir noticias de su petición para el asilo, “nosotros ya no estamos viviendo en el refugio para migrantes porque estaba muy saturado y decidimos buscar un cuarto de renta entre varios amigos, y por lo pronto estamos trabajando en lo que nos llaman”, expresó con voz tímida.
Otros desplazados tuvieron que trabajar en restaurantes como meseros o cocineros, para lograr un sustento diario y tener que alquilar un cuarto para pasar la noche. Así como personas que se dedican a trabajar en obras de construcción en esta ciudad fronteriza.
En espera de ser llamados por las autoridades estadounidenses, cientos de migrantes de diversas edades y nacionalidades se han sumado a la fuerza laboral de Tamaulipas, algunos de manera formal y otros en la informalidad.
Mientras unos reciben salarios semanales o mensuales otros trabajan en casas, jornales, en labores callejeras o, como en el caso de congolenses, en Nuevo Laredo haciendo trenzas en plazas públicas, lo que permite llevar un poco de dinero al refugio donde esperan, en tanto la esperanza de llegar a Estados Unidos sigue viva.
Son mano de obra migrante que han encontrado una opción de subsistir en la frontera de Tamaulipas, muchas veces encarando los abusos de quienes buscan aprovecharse de la situación, pero otros -la mayoría- favorecidos por quienes extienden la mano al forastero con necesidades.