La mayor parte de los migrantes apostados en Matamoros tienen una historia de violencia sufrida en sus países de origen, por lo que esperan que Estados Unidos los acoja para por fin cerrar el capítulo.
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"Por golpes se murió mi bebé dentro de mí, mi esposo logró pasar por otra frontera, pero yo no podía venir con él, estaba muy mal, en un mes me hicieron dos operaciones", relató Perla, migrante de El Salvador
Explicó que junto con su niña que hoy tiene 12 años llegó por error a la frontera tamaulipeca, por lo que le fue imposible cruzar a Estados Unidos.
"Yo no debía llegar aquí, mi esposo ya estaba allá, pero pasó por otro lugar, a nosotros nos engañaron", recordó.
Recordó que fue en el 2019 cuando llegó a Reynosa, después se fue al campamento de Matamoros donde instaló un negocio para vender pupusas, platillo típico de El Salvador.
"Hasta venían a buscarme para hacer las pupusas, dejé el campamento porque mi niña se enfermaba y entonces aprendí a vender pulseras", dijo.
"En mi país no se puede vivir, hay ataques, violencia y los castigan o en días los ponen en libertad, no hay seguridad", agregó.
La mujer de 32 años que está bajo el Protocolo de Protección a Migrantes destacó que en México también hay violencia.
"Sabemos de cosas que pasan aquí, pero es diferente; los latinoamericanos solo queremos que nos dejen trabajar y ganarnos la vida en Estados Unidos", declaró.