Pueblo Viejo, Ver.- Con una actitud positiva y una sonrisa, cada mañana doña Ana Tristán sale de su hogar a vender las gelatinas mejor conocidas como las "maicenitas", recorriendo varios kilómetros de norte de Veracruz y sur de Tamaulipas.
Menciona que el secreto para la elaboración es sencillo, ya que los ingredientes los puedes encontrar en cualquier supermercado, pero lo que hace la diferencia es su modo de prepararlas al fin de satisfacer hasta el paladar más exigente.
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La encargada de mantener viva esta tradición es doña Ana Tristán, una mujer llena de energía y positivismo que inicia cada día con una sonrisa, dispuesta a recorrer colonias en ambas partes de la entidad para compartir el sabor único de sus maicenitas y de esta manera ganarse el sustento para su familia.
Maicenitas: mucho más que un postre
Las maicenitas, como se les conoce cariñosamente, son gelatinas que van más allá de ser simplemente un postre.
Son portadoras de nostalgia y recuerdos que se remontan a la infancia de quienes las disfrutaron. Cada bocado es un viaje al pasado, un retorno a esos días en los que la simple alegría de un dulce podía iluminar la jornada.
"Las gelatinas de nuestra infancia"
Para doña Ana es muy común escuchar en su recorrido por las calles del norte de Veracruz y sur de Tamaulipas que la gente se acerque y le compré una gelatina por el hecho de recordarles algún familiar.
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"La mayoría de la gente que me compra la gelatina es por el recuerdo que les genera de su infancia, en su mayoría sus abuelos o papás eran quien se los compraba cuando eran pequeños, y actualmente la nostalgia del recuerdo acerca a la gente a comprarme".
Este peculiar postre a base de fécula de maíz, acompañado de leche condensada se ha convertido en un bocado de añorado por quienes tiene la oportunidad de disfrutarlo.
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El proceso de elaboración de las maicenitas es una labor meticulosa que requiere dedicación y experiencia. La combinación perfecta de ingredientes y el toque único de doña Ana Tristán hacen que estas gelatinas sean inigualables. Su receta, transmitida de generación en generación, es un tesoro culinario que ha resistido la prueba del tiempo.
