Del gis al pintarrón y las aplicaciones tecnológicas, los maestros han transitado por cambios sociales donde con el paso de los años el respeto conferido por alumnos e incluso padres de familia se ha visto menguado, pasando de una imagen sólida de autoridad y respeto a un endeble personaje de ofensa y escarnio.
Pasaron de ser apóstoles de la educación, consejeros, médicos, sacerdotes y los más confiados de la sociedad a una figura agredida, denunciada y atacada muchas veces por caprichos de grupos al interior de los mismos planteles.
Son los maestros figuras depreciadas aún cuando con una plática, un reconocimiento, un obsequio o una acción, han logrado salvar la vida e integridad de sus tesoros: los alumnos.
Con 52 años como maestra la profesora maderense Amalia López Amaro ha sido testigo de esta decadente evolución gestada, muchas veces, desde el mismo seno familiar donde se ha reducido el respeto a los educadores.
“Definitivamente, se me hace un nudo en la garganta, porque sí es mucha la diferencia... antes la voz del maestro era ley, era respetada, actuada y obedecida”, expuso la directora de la primaria “Melchor Ocampo”, la más antigua de Ciudad Madero.
En esta reducción de la imagen docente y estando a punto de jubilarse, la maestra Amaro exhortó a “que respetemos al niño, al docente, al compañero y a la comunidad para ir rescatando esa imagen que teníamos antes donde el maestro era el apóstol de la enseñanza y la educación”.
Conmovida, recordó: “éramos el doctor, el sacerdote, la enfermera, el consejero, el amigo, el padre y la madre de los niños que los papás no podían con ellos, nos lo dejaban a nuestra custodia; éramos todo eso, bienvenido ese apostolado que en su momento se nos dio a los maestros”.
López Amaro se jacta del respeto que sigue recibiendo de la comunidad escolar a su cargo: “hay un respeto a mi persona, tanto de niños como de maestros y padres, pero consensuemos, y en muchas escuelas se ha perdido el respeto a la autoridad educativa”.
Esta situación se ve tanto en el medio urbano como el rural, “qué lástima y qué decepcionante porque conocí y trabajé en esa zona rural donde los padres confiaban íntegramente en mi persona, porque sabían que estando conmigo a esos niños no les iba a pasar nada... ahora como está la sociedad en inseguridad y vandalismo no nos los confían y lo entiendo”.
Reconoció que los maestros también han cambiado: “éramos maestros de convicción, de vocación, de mucho respeto, sabidos y conocedores que el respeto se gana con respeto, para que un alumno me respetara yo tenía que respetarlo y actualmente veo que se ha faltado respeto a los niños”.