La elección estadounidense ha venido a confirmar la enorme polarización que se vive en su sociedad y en el mundo entero. Los pronósticos apuntaban a una victoria contundente por parte de los demócratas como castigo a la pobre respuesta de Donald Trump ante la pandemia del Covid-19. Sin embargo, la victoria fue mucho más cerrada de lo que se pensaba. Incluso se pensaba que el Partido Demócrata obtendría la trifecta electoral, o lo que aquí en México llamamos el “carro completo”: ganar la presidencia y las cámaras legislativas.
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Una cosa es segura: Estados Unidos permanece siendo un país muy dividido. A pesar de la victoria de Biden, una gran parte del electorado se presentó el martes a las urnas para respaldar a Trump: en esta elección ha rebasado por mucho el número de votos que obtuvo durante la elección pasada.
Este respaldo también lo ha mostrado el electorado en la votación legislativa. Se preveía que los demócratas aumentaran su mayoría en la Cámara de Representantes y obtuvieran el control del Senado.
Sin embargo, los resultados obtenidos no estuvieron completamente a su favor: su mayoría en la Cámara de Representantes se verá reducida y el control del Senado muy probablemente seguirá siendo retenido por los republicanos, una cámara que cambia de manos muy rara vez.
Esto se debe a un diseño institucional hecho a propósito para evitar cambios drásticos. Contrario a lo que sucede en la Cámara de Representantes y el resto del mundo, la elección de los senadores es escalonada: no todos los asientos se renuevan durante las mismas elecciones, sino que cada dos años se elige al 30% de los puestos. Esto con el fin de conservar cierta continuidad y prevenir que haya alteraciones excesivas.
Esto significa que el gobierno estadounidense estará dividido entre demócratas y republicanos. Y qué bien que sea así. Un gobierno dividido es algo que les sienta bien a las instituciones democráticas de EE. UU. porque obliga al presidente a negociar y formar compromisos con el bando contrario. Esta forma de trabajar es algo con lo que el presidente electo se ha comprometido. Joe Biden ha dicho durante toda su campaña que trabajará con los republicanos si resulta victorioso, lo que representaría un antídoto a la retórica confrontativa de Donald Trump.
Aparte, varios analistas de Wall Street han señalado que un congreso dividido es algo que históricamente le favorece al mercado de valores, ya que disminuye los cambios abruptos en la política pública y reduce la incertidumbre.
Como ejemplo se puede señalar la victoria de los demócratas en la Cámara de Representantes en 2018, la cual impidió que Trump avanzara su agenda legislativa en los últimos dos años de este periodo presidencial.
Por el otro lado, que el Senado se mantenga en manos de los republicanos significará un contrapeso importante para la presidencia de Biden, quien deberá validar su promesa de trabajar con el otro bando y trabajar en busca de la reconciliación de la sociedad estadounidense.