Cuando era niña, Martha formaba parte del coro de la iglesia San Juan Bosco de Árbol Grande. Cada domingo, en la década de los 80, acudía a entonar los cánticos religiosos entre los muros rojos y azules del recinto.
Si bien, cuenta, le gustaba esta actividad, lo que más disfrutaba era cuando ella junto con sus compañeros pasaban frente a una pequeña entrada que estaba prohibida. “Todos sabíamos por qué”, afirma.
El acceso daba a unas escaleras por las que se podía subir a la torre derecha de la iglesia. “Era de todos sabido que en la cúpula de esa torre descansaba la mujer vampiro”, dice respecto a aquella benefactora cuya devoción la llevó a pedir que sus restos reposaran en el templo diseñado por el cura Ignacio Rosiles. Pero la mujer, aseguran, nunca descansó.
“UNA ENERGÍA ME MIRABA FIJAMENTE”, RECUERDA MARTHA
Cierta ocasión, uno de los compañeros del coro le presumió a Martha y a los otros niños que ahora era monaguillo, por lo que tenía acceso a las llaves de toda la iglesia. “No dudamos en pedirle que nos dejara subir”.
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Así, entre todo el coro, inició un juego de varios días en el que primero no se animaban a entrar pero que, de a poco, fueron avanzando un escalón más cada día, hasta que un día llegaron hasta los escalones de la cúpula. Cuando esto pasó, Martha no se dio cuenta que desde hace un rato el resto de los niños la habían dejado a su suerte.
Relata que, aunque el aire se sentía pesado y una sensación de terror invadía su cuerpo, decidió continuar avanzando hasta que, de pronto, una fuerza la paralizó.
“No pude dar el siguiente paso, podía sentir claramente cómo se clavaba en mí una energía, cómo una mirada, cómo un algo que me miraba fijamente”.
Decidió hacer frente a aquella presencia que la retenía. “Me giré y la vi; estaba parada frente a mí con su hermoso cabello brillante y largo, largo cubriéndole el rostro, podía ver sus brillantes ojos, no pude evitarlo y bajé la mirada buscando y las vi: tenía sus uñas largas, negras como la noche”.
“FUE LA NOCHE MÁS LARGA DE MI INFANCIA”
Martha sintió que aquello la soltó y bajó los escalones lo más rápido que pudo, sin preocuparse por no resbalar. Llegó a su casa y de inmediato se metió bajo las colchas de su cama.
“Esa noche fue la más larga de toda mi infancia; jamás volví a pisar un solo escalón de esa torre; cada que volvía a la iglesia sentía a la mujer vampiro mirándome desde lo alto”.
Así concluye la historia de la niña que asegura haber visto a la mujer vampiro, una de las muchas leyendas urbanas que se cuentan en Tampico, Madero y la región.