En julio de 1967 un extraño fenómeno empezó ocurrir en el cementerio municipal de Tampico, cadáveres desaparecían y aparecían en otras zonas del camposanto, afuera de sus tumbas.
La situación originó alarma entre familiares de personas que estaban sepultadas en ese camposanto, teniendo que hacer vigilia en las tumbas al temer que sus difuntos fueran “secuestrados”.
Rumores de brujas y santeros debido a que los muertos aparecían fuera de sus tumbas
Los rumores empezaron a sonar fuerte en el puerto sobre la operación de "brujas" o "santeros" que utilizaban los cadáveres para convocar a fuerzas diabólicas.
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Se creó una histeria colectiva entre la población que temía que cuando fueran a buscar a sus muertos ya no estuvieron en sus tumbas, creciendo tanto las denuncias de la desaparición de difuntos que las autoridades tuvieron que empezar investigar.
El servicio secreto inició sus pesquisas después de la denuncia de María Cristina Martínez, quien encontró la tumba de su madre vacía, a pesar de que recién la había sepultado apenas unos días atrás.
Ella caminando junto a su hermana por los andadores del panteón encontraron el cuerpo a flor de tierra de otras personas, llevándose un tremendo susto, saliendo corriendo directo a la estación de policía a denunciar el hecho.
Profanadores de tumbas en Tampico: vendían hasta los 'dientes de oro'
Ante la noticia de la desaparición de los cadáveres, muchas personas optaron por llevar flores a las tumbas, pues se decía que en varias secciones del cementerio ya no había cuerpos y no sabían si estaban dejando las ofrendas en las criptas correctas a dónde habían sepultado a sus familiares, presentándose un caos y una serie de reclamos ante la administración del camposanto.
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Los investigadores iniciaron su trabajo en el cementerio y se percataron con horror que personas que habían sido sepultadas apenas hacía días, estaban fueran de sus tumbas.
Además, en algunos casos les faltaba algún miembro debido a la manipulación de la que habían sido objeto, interrogando de inmediato al director del cementerio Federico Goné, para conocer qué estaba ocurriendo.
A la par de las investigaciones se detiene a un sujeto al interior del cementerio que traía consigo en una bolsa de tela, varias piezas dentales con incrustaciones de oro, además de cadenas y dijes.
Al interrogarlo mencionó que se las llevaba a un joyero del centro de Tampico a venderlas, por órdenes del administrador del panteón, descubriendo así las autoridades una banda de profanadores de tumbas en Tampico.
Les quitaban alhajas y hasta botellas a los muertos sepultados en Tampico
Después de esta confesión son arrestadas ocho personas que trabajan en el cementerio de Tampico, incluyendo al administrador Goné, además la policía da con Florentino García Hernández, de oficio joyero, quién compraba a los sepultureros "todo lo que le llevan, para de ahí hacer otras piezas de oro", desde hacía ya seis meses, es decir desde febrero de aquel año.
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De acuerdo con la investigación, todo comenzó cuando el administrador ordenó el cambio de cadáveres para dejar libre tumbas en el cementerio de Tampico para poder volver a venderlas; entonces, al exhumar los cuerpos, los trabajadores empezaron a desvalijar a los muertos de las pertenencias con las habían sido sepultados, incluyendo las alhajas, ropa fina, botellas de vino y otras prendas; quedando los 10 profanadores recluidos en el penal de Andonegui.