El mismo día que el director de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos -(CIA, por sus siglas en inglés)- visitaba de incógnito México, aquel septiembre de 1968, el temible espía de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), Miguel Nazar Haro, llegaba a Tampico con una misión: deshacer la Brigada Bellavista, una célula del Movimiento Estudiantil del 68 que operaba en el puerto.
De acuerdo al historiador Sergio Aguayo, del Colegio de México, la CIA mantuvo la vigilancia en varios estados donde se desarrollaban manifestaciones a favor del movimiento de estudiantes, como el que había iniciado en Tampico a principios de septiembre, por jóvenes que llegaron a organizar brigadas como las que se desarrollaban en la capital.
En su investigación "Litempo: los ojos de la CIA en México," el periodista Jefferson Morley señala que esta operación fue una parte de la extensa red de informantes de la Agencia en México en 1968, que incluía a la Dirección Federal de Seguridad (DFS), una especie de policía política y donde Nazar Haro colaboraba con los espías estadounidenses.
El sábado 28 de septiembre de 1968 Tampico se despertó con una noticia que soprendió a propios y extraños: “Evítanse Desórdenes”, Tiene el ejército absoluto control de la ciudad. La información daba a conocer cómo militares y agentes de la DFS habían desmantelado, la noche anterior, una “célula de agitadores”.
El Sol de Tampico publicaba como su noticia más importante el parte informativo del Ejército: “La Octava Zona Militar efectuó ayer (27 de septiembre) un cateo en dos casas como medida para prevenir posibles desórdenes estudiantiles que pudieran desquiciar la tranquilidad de la población”.
“Elementos militares coordinados con agentes de seguridad federal revisaron minuciosamente los domicilios del señor Teodoro Alcalá, ubicado en la calle Estrella (hoy José de Escandón) y Matienzo; y de la señora María Cervantes en la calle Olmo 111 de la colonia Bella Vista, al poniente de la ciudad”, advertía el periódico.
La información de los agentes encubiertos en Tampico señalaba que el señor Teodoro era padre del estudiante del mismo nombre, mientras que la señora Cervantes rentaba cuartos a jóvenes en este sector que venían de otras entidades a estudiar en la universidad y donde se estaban planeando las protestas.
De acuerdo con la comunicación oficial del Ejército, los nombres de aquellos jóvenes eran “Jorge Alberto Sánchez, José Luis Molina, Silvestre Sánchez, Eduardo López Torres y José Luis Reyes, quienes en común acuerdo y siguiendo consignas y directivas aplicadas en la capital, intentan subvertir el orden en todo el estado, por medio de secuestro e incendios de autobuses, buscando motivos para protestas futuras”.
El propio general Manuel H. Gómez Cueva y el rector de la Universidad Autónoma de Tamaulipas, Federico Lugo Molina, daban una declaración conjunta donde afirmaron que se había decomisado “abundante propaganda” a un grupo de personas que eran ajenas al estado y a la UAT, siendo todos conducidos al curtel de la octava zona militar.