En aquellos días, cuenta la leyenda, que en el amanecer del día 25 de diciembre de cada año en tiempos lejanos, las calles se llenaban de niñas y niños sonriendo y mostrando los regalos que Santa Claus les había traído.
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Desde temprana hora, junto al Nacimiento así como al pino de Navidad, el enorme ejército de pequeñines engrandecía sus ojos, sonreían y gritaban de emoción al abrir los regalos.
La espera de semanas, de meses incluso, había terminado, atrás quedaban los comerciales de radio que desde finales de septiembre realizaban difusión con la estentórea voz de Baldomero Golinsky con su clásico “Ya Viene Navidad, aparte sus regalos en Del Centro y Bodegón”. Las otras opciones eran Woolworth y Sears.
Sin protocolo o guía, se destrozaba la envoltura de los mismos, muchas veces papel estraza para posteriormente dar cuenta de las cajas de cartón que contenían los obsequios. Símbolo de que se habían “portado bien”.
El barullo en las casas iba creciendo conforme transcurrían las primeras horas después de agradecer por la Nochebuena, también la presencia en las calles aumentaba y se complementaba con risas y gritos.
Pelotas, bicicletas con ruedas extra de apoyo por aquello de las caídas, triciclos, patinetas, carros montables, patines, cuerdas para saltar, muñecas, utensilios de cocina, casas de muñecas, monitos de acción, juegos de química Mi Alegría, trenes de pilas o eléctricos, autopistas.
Tampoco podían faltar los juegos de pistolas con cinto, fundas y antifaz, así como sombrero del Llanero Solitario que, entre otros juguetes, eran comunes en aquellos tiempos.
Los más “fifís” de la cuadra presumían los juguetes electrónicos traídos del extranjero que se limitaban a encender luces y emitir sonidos, eran clásicos un robot y un tanque de guerra, posteriormente ya hubo más elaborados.
Pero no todo era “alegría”, versiones de testigos presenciales indican que el problema mayor era que si recibías un tren de pilas o un juguete similar que las requerían y no contabas con una dotación de pilas Ray-O-Vac tipo D o C, de las gordotas, había que esperar horas y horas interminables para que llegara el día siguiente y poder comprarlas.
El motivo: simple, ese día, 25 de diciembre, no había ninguna tiendita de la esquina abierta, por lo que había que esperar horas y horas interminables hasta que llegara el día siguiente para comprarlas.
Lili Ledy, Cipsa y Plastimarx eran las marcas líderes, Hot Whells, Hasbro y otras no figuraban en aquel entonces para la mayoría, el Atari, precursor del Xbox y otros juegos electrónicos de la actualidad, apenas eran una idea en desarrollo en los Estados Unidos.
Ahora, y sin ninguna relación con el Covid-19 sino en algo que se ha convertido en una constante de al menos los últimos veinte años, la mayoría de los niños ya no salen a mostrar sus regalos a las calles, se quedan sentados inmersos en sus Xbox, tabletas u otros instrumentos. Tiempos nuevos.
¡Feliz Navidad!