/ miércoles 15 de marzo de 2017

La Expropiación Petrolera, sólo un vago recuerdo

A los catorce años de edad Raúl CervantesMendez ingresó a trabajar Petróleos Mexicanos (Pemex), la empresanaciente como resultado de la Expropiación Petrolera impulsada porLázaro Cárdenas del Río que entregó a los mexicanos la riquezapetrolera.

Estudió la primaria en la escuela “ArmandoBarba”, localizada en lo que hoy es la calle Niños Héroes,terminando esta formación básica a los 13 años, asegurándoleuno de sus maestros que ya estaba listo para irse atrabajar.

Fue así que dejó de estudiar y en 1950, doceaños después de este proceso de nacionalización, se sumó a lafuerza laboral de la empresa petrolera, siendo días en que eltrabajo era poco ya que sólo operaban unas cuantas plantas quefueron aseguradas a las empresas inglesas, alemanas yholandesas.

Fue lavador de botellas y de manera esporádicamensajero, trasladándose el chaval en una bicicleta a dejardiversa papelería a distintos puntos de este municipio petrolero,ganándose con ello el reconocimiento de sus superiores que loconsideraron para darle la plaza.

El se desempeñó en el trabajo de tuberíadonde observando a los mayores, que muchas veces se negaba aenseñarles a las nuevas generaciones, logró aprender de maneraempírica el oficio de la pailería y manejo de diversassoldaduras.

En aquellos primeros años después de laexpropiación se hablaban maravillas del presidente Lázaro quehabía corrido a los holandeses, ingleses y americanos queconsideraban quitaban el trabajo a los locales, dando un mayorsentido de pertenencia a los locales.

El nacido en la colonia Obrera laboró susprimeros años de petrolero en Salamanca, en el estado deGuanajuato, donde cubrió la planta de su padre, paraposteriormente regresar a Ciudad Madero, donde durante 34 añosacudió a la Refinería en un horario de 7 de la mañana a 4 de latarde.

Entre 1956 y 1957 comenzó la ampliación de larefinería Madero con la llegada de las compañías subcontratadas,lo que comenzó a representar la pérdida de trabajo para lossindicalizados de planta, tansitorios y eventuales, ya que estoscomenzaron a darse a exteriores en su mayoría

En esa década surgió el liderazgo de JoaquínHernández Galicia “La Quina”, “quien luchó en todo momentoporque los beneficios y la totalidad de trabajos de mantenimientosdados por la empresa fuera para sus trabajadores sindicalizados ysolo los trabajos de nuevas construcciones a losforáneos”.

Así transcurrieron los años, hasta que en1988, un año antes del denominado “Quinazo”, Don RaúlCervantes se jubiló, dejando una empresa pujante y dando riquezano sólo a la región sur de Tamaulipas, sino como la más grandeentrada de recursos al país.

Pero el declive fue inevitable en la década delos 90's, según dice el hombre de 82 años a El Sol de Tampico,“es triste ver cómo se echó abajo la expropiación, cómo losgrandes líderes toman decisiones, vendieron todo, desde la Ciudadde México y detrás de un escritorio”.

Hace falta un LázaroCárdenas y un Joaquín para que pongan las cosas en su lugar,gente que verdaderamente tenga amor por Pemex pero sobre todo porsu país”, dijo el octogenario que viene de una familia dearraigo petrolero, con dos hijos jubilados y tres nietos trabajandoaún en la factoría.

Su anhelo es que se le dé la oportunidad deinstruir a las nuevas generaciones en lo aprendido en aquellosaños posteriores a la Expropiación Petrolera en el manejo detubos y soldaduras, pero sobre todo a tener aprecio y amor por laempresa que dio identidad a este municipio.

A los catorce años de edad Raúl CervantesMendez ingresó a trabajar Petróleos Mexicanos (Pemex), la empresanaciente como resultado de la Expropiación Petrolera impulsada porLázaro Cárdenas del Río que entregó a los mexicanos la riquezapetrolera.

Estudió la primaria en la escuela “ArmandoBarba”, localizada en lo que hoy es la calle Niños Héroes,terminando esta formación básica a los 13 años, asegurándoleuno de sus maestros que ya estaba listo para irse atrabajar.

Fue así que dejó de estudiar y en 1950, doceaños después de este proceso de nacionalización, se sumó a lafuerza laboral de la empresa petrolera, siendo días en que eltrabajo era poco ya que sólo operaban unas cuantas plantas quefueron aseguradas a las empresas inglesas, alemanas yholandesas.

Fue lavador de botellas y de manera esporádicamensajero, trasladándose el chaval en una bicicleta a dejardiversa papelería a distintos puntos de este municipio petrolero,ganándose con ello el reconocimiento de sus superiores que loconsideraron para darle la plaza.

El se desempeñó en el trabajo de tuberíadonde observando a los mayores, que muchas veces se negaba aenseñarles a las nuevas generaciones, logró aprender de maneraempírica el oficio de la pailería y manejo de diversassoldaduras.

En aquellos primeros años después de laexpropiación se hablaban maravillas del presidente Lázaro quehabía corrido a los holandeses, ingleses y americanos queconsideraban quitaban el trabajo a los locales, dando un mayorsentido de pertenencia a los locales.

El nacido en la colonia Obrera laboró susprimeros años de petrolero en Salamanca, en el estado deGuanajuato, donde cubrió la planta de su padre, paraposteriormente regresar a Ciudad Madero, donde durante 34 añosacudió a la Refinería en un horario de 7 de la mañana a 4 de latarde.

Entre 1956 y 1957 comenzó la ampliación de larefinería Madero con la llegada de las compañías subcontratadas,lo que comenzó a representar la pérdida de trabajo para lossindicalizados de planta, tansitorios y eventuales, ya que estoscomenzaron a darse a exteriores en su mayoría

En esa década surgió el liderazgo de JoaquínHernández Galicia “La Quina”, “quien luchó en todo momentoporque los beneficios y la totalidad de trabajos de mantenimientosdados por la empresa fuera para sus trabajadores sindicalizados ysolo los trabajos de nuevas construcciones a losforáneos”.

Así transcurrieron los años, hasta que en1988, un año antes del denominado “Quinazo”, Don RaúlCervantes se jubiló, dejando una empresa pujante y dando riquezano sólo a la región sur de Tamaulipas, sino como la más grandeentrada de recursos al país.

Pero el declive fue inevitable en la década delos 90's, según dice el hombre de 82 años a El Sol de Tampico,“es triste ver cómo se echó abajo la expropiación, cómo losgrandes líderes toman decisiones, vendieron todo, desde la Ciudadde México y detrás de un escritorio”.

Hace falta un LázaroCárdenas y un Joaquín para que pongan las cosas en su lugar,gente que verdaderamente tenga amor por Pemex pero sobre todo porsu país”, dijo el octogenario que viene de una familia dearraigo petrolero, con dos hijos jubilados y tres nietos trabajandoaún en la factoría.

Su anhelo es que se le dé la oportunidad deinstruir a las nuevas generaciones en lo aprendido en aquellosaños posteriores a la Expropiación Petrolera en el manejo detubos y soldaduras, pero sobre todo a tener aprecio y amor por laempresa que dio identidad a este municipio.

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