Se quedó pensando en lo que el chofer del autobús le había dicho: “Pon algo para saber que estás ahí”. Ese mismo día trajo a su casa una hoja de madera y se puso manos a la obra. “Pero qué va a decir”, se preguntaba una y otra vez mientras veía la tabla. Y en un arranque de nostalgia empezó a dibujar las letras con pintura negra: “La Curva a Texas”.
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“Puse ese letrero de madera sobre el encino que había afuera de la casita, donde vivía con mi familia a las afueras de Tampico, porque ya estaba harto de que el autobús que pasaba para irme a trabajar a la termoeléctrica de Altamira me dejara, pues por la forma de la carretera siempre se pasaba y no me veía”.
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Comentaba don Andrés Arellano Alvarado, fundador de la zona norte de Tampico, quien hace 50 años le puso nombre a uno de los sectores de referencia de esta parte de la ciudad y que incluso fue reconocido en la administración del expresidente José Rábago, por su aportación y trabajo para colonizar esta área del puerto.
Fue a finales de 1969 y principios de 1970 cuando desde un rancho del ejido Palma Sola, en Altamira, llegó don Andrés para a vivir a la carretera Tampico- Mante, había sido también trabajador agrícola en los Estados Unidos, aunque era originario de San Antonio en San Luis Potosí, de donde salió “a buscar mundo”.
El terreno lo eligió él, precisamente donde la carretera federal que salía por el norte de Tampico “se torcía”, le costó 900 pesos el predio, porque era una zona donde aún había animales silvestres en abundancia como venados enanos, jabalíes, tejones y liebres, entre otros. Además, el transporte solo llegaba al aeropuerto y al ejido Tancol.
Gracias a ese letrero que colgaba de la rama de un árbol, las personas empezaron a ubicar a la salida norte de la ciudad como “La Curva a Texas”. Según explicaba don Andrés, que cuando eligió la zona para vivir en Tampico se le vino a la mente un paraje cerca de Matamoros, conocido con ese nombre, que era donde bajaban a los trabajadores para trasbordar hacia los Estados Unidos y donde se quedaba pensando en el día cuando tuviera su propia casa.
Con su mujer y sus seis hijos, Arellano Alvarado, fue el primer poblador de esta parte del puerto, donde solo pasaba la carretera y “no había nada más que el letrero, que indicaba una señal de urbanidad” y a la mitad de la década de 1970 cada vez más personas llegaron y se pudo empezar a crear las colonias, construyendo entre los vecinos varias de las primeras casas.
Poco a poco, esta otrora alejada zona de la ciudad se fue poblando y actualmente ahí se ubican cinco colonias en este sector norte de Tampico: la México, las Américas y la Latinoamericana por el lado poniente de la prolongación de la avenida Hidalgo (antes carretera Tampico-Mante), mientras por al oriente se establecieron la Nuevo Progreso, que fundó don Andrés Arellano y la Francisco Javier Mina, a un lado del aeropuerto.
La Curva a Texas empezó entonces, primero a ser nombrada para indicar donde estaba la salida de Tampico y después como uno de los sectores de mayor riesgo de choques y percances viales, pues al crecer el flujo de personas, los accidentes estuvieron a la orden del día, al estar cercana a la carretera federal y fue noticia por este motivo durante muchos años.
Don Andrés vivió cerca de 50 años en esta parte de Tampico y murió en el año 2016. La “Curva” que él fundó, fue de las ultimas zonas de la ciudad que se crearon a base de voluntad y conquista del territorio, de la lucha de unos pocos contra la naturaleza; que años más tarde sería devorada por la mancha urbana, al extenderse el trazo de la ciudad hacia el norte y más allá.