Primero se inundaron los barrios humildes, las lluvias que habían dejado los ciclones Gladys y Janet tenían en jaque a la región, con los ríos Tamesí y Pánuco saliendo hacia las calles. Mientras la población sin sospechar lo que la naturaleza avisaba seguía en sus actividades cotidianas, pensando que, como en otras ocasiones, las rachas pasarían de largo.

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A 66 años de aquel huracán, todavía su nombre sacude fuerte la memoria colectiva de la generación que sobrevivió a ese "Apocalipsis" de agua y viento que fue el Hilda. Los ríos, fuente de vida durante muchos años, se volvieron contra la ciudad, que desapareció parcialmente bajo el agua arrastrando vidas, sueños y esperanzas.

“NO TUVO PIEDAD”

“Fue algo que nadie se esperó y que nadie puede aún explicar con palabras, el impacto de ver desaparecer todo bajo el agua todavía nos causa conmoción, yo vivía con mi abuelita y mis hermanos en el Cascajal, nos salimos cuando el agua nos llegaba más arriba de la cintura, pero a muchos amigos ya no los volvimos a ver”.

Comenta la señora Alicia Espinoza, quien sobrevivió junto a sus hermanos gracias a que un trabajador de la Aduana los vio en su casa y los sacó como pudo, sorteando la corriente del agua que entró a la ciudad con tal fuerza que destruyó una gran parte de las viviendas, dejando a cientos más inservibles para volver habitarse.

Las horas de terror comenzaron en la oscuridad, pues casi a la media noche se empezaron a sentir las rachas del huracán y para la 1 de la madrugada los vientos de aproximadamente 250 kilómetros por hora golpeaban sin piedad el puerto, el huracán entró a tierra como categoría 3, destrozando una gran parte de la ciudad.

“Cuando salimos aquel lunes 19 de septiembre, supimos que ya nada sería igual, pues muchas casas en la colonia estaban destruidas, como si la naturaleza hubiera empezado una guerra”, señala doña Alicia, que este mes de septiembre cumplió 81 años de vida y menciona que tuvo que hacerse de valor, porque ella, con 15 años, era la más grande de sus hermanos.

Pero eso solamente era el principio, pues las lluvias acumuladas por los otros sistemas sirvieron para que las que trajo el Hilda terminaran por colapsar el sistema lagunario, que provocó, en palabras de los historiadores de la región, “la peor inundación con un saldo de muerte que aún no se ha podido determinar”.

INUNDACIÓN MORTAL

“Engulle el Agua Varias Colonias”, esta cabeza en primera plana de El Sol de Tampico describiría literal lo que ocurrió después del ciclón Hilda, pues posterior al huracán se registró una inundación que abarcó 6 kilómetros cuadrados, con un pico máximo de 5.88 metros altura y corrientes que llegaron en algunos puntos a las 16 millas.

Los datos de las autoridades son escalofriantes, entre 10 mil y 12 mil personas muertas; 52 mil damnificados, 15 mil en albergues públicos y 37 mil en casas de particulares; 20 mil cabezas de ganado y decenas de miles de hectáreas de cultivo perdidas, además de miles de personas también desaparecidas por las corrientes de las que nunca volvieron a saber nada sus familiares.

Se han formado varias tormentas, como en los tiempos del Hilda la actividad ciclónica ha vuelto a crecer, la pregunta es: ¿se ha aprendido algo en las últimas seis décadas?