PÁNUCO, Ver. - La efervescencia navideña se palma más en la zona rural donde a diferencia de las grandes ciudades que desafortunadamente han ido perdiendo la esencia de tan hermosa temporada, aquí las tradiciones siguen vivas.
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Desde la colocación del grande nacimiento o pesebre, el arbolito de Navidad de chote o croto cortado en el monte, la cena con pozole, tamalitos y atole, hasta el ponche, las colaciones, cacahuates y los infaltables buñuelos hacen la delicia de la temporada.
Esto se puede sentir a flor de piel en algunas comunidades de Pánuco, al norte de Veracruz, caso concreto la zona ejidal de las Animas - Tampalache - Isleta Grande, lugares que a pesar de ubicarse apenas a diez minutos de la cabecera municipal por la carretera Pánuco – Canoas, siguen preservando el toque campirano.
Para esta fiesta ya se prepara Matilde Domínguez, ama de casa residente en esta comunidad, quien manifestó que para ellos la Nochebuena reviste una especial importancia donde todos “hacemos un sacrificio para llevar algo rico a la mesa y compartirlo en familia”.
Uno de los platillos que más gustan son aquellos elaborados con carne de cerdo y sus derivados como los tamales, el pozole o en algunos casos la barbacoa; por lo que en porquerizas se alimenta y preparan los ejemplares que se sacrifican para esta fiesta.
Otro de los platillos de esta temporada decembrina es el pollo sorpresa con espagueti, el cual se ha convertido en un auténtico referente en los hogares panuquenses o el guajolote, siendo esta ave un platillo considerado como exquisito, pues lo cocinan de diversas formas, incluso queda el producto para el recalentado del siguiente día.
AL FOGÓN
La gran diferencia en la preparación de estos platillos es que las amas de casa de Tampalache utilizan la leña, lo que le da un sabor sui generis a la comida preparada en esta zona norveracruzana.
Reviste especial atención la preparación del tradicional ponche, bebida que se sirve caliente y va acompañado por frutas de temporada, destacando la caña de azúcar y el tejocote.
En la zona ejidal se prepara el tradicional pan en horno de barro. Y es precisamente en la vecina población de Vega de Otates donde se sigue a pies juntillas la elaboración del pan de dulce, y sal, acompañado por el no menos tradicional chocolate o champurrado.
CON FE
Estas fiestas no tendrían el toque especial sin la levantada del Niño Jesús, evento judío-cristiano perteneciente al rito católico que se celebra en la capilla dedicada a San Martín de Porres, ubicada en esta comunidad.
Incluso en varios de los hogares se acostumbra hacer su propia levantada del Niño Jesús, como un acto de fe.
Una vez terminado este rito religioso la feligresía se encamina a sus hogares la noche del 24 donde ya les esperan los platillos que seguramente, y derivado de la tradicional preparación será el deleite de los paladares más exigentes.
Pero lo que agrega más sustancia a la celebración de Navidad es la tradicional rama, esta consiste en llevar precisamente la rama de un árbol, que recuerda el periplo de María y José cuando buscaban un refugio a fin de que diera el alumbramiento al mesías. Basta recordar que aún se conserva la tradicional partida de la piñata, con sus respectivos siete picos, que recuerdan los siete pecados capitales y una vez destrozada la piñata los pequeñines pelean por los dulces y colaciones.
La verdadera esencia de la Navidad que se entrelaza con las fiestas prehispánicas continúa más vigente que nunca en casi todas las comunidades rurales y en cada una de ellas pone su sello muy característico, lo que le da una vivacidad y colorido, siendo el epítome de estas celebraciones la noche del 24 de diciembre.