/ miércoles 26 de junio de 2019

#Especial Gente del Mar - Segunda y última parte

Un día, José Armando Chaires Castillo recibió la oferta de trabajar como cocinero en una plataforma petrolera para la compañía Cotemar, en la Sonda de Campeche

José Armando dejó su negocio de tacos en este puerto para embarcarse / Mirna Hernández

Un día, José Armando Chaires Castillo recibió la oferta de trabajar como cocinero en una plataforma petrolera para la compañía Cotemar, en la Sonda de Campeche.

La decisión fue rápida. Dejaba su negocio de tacos en este puerto para embarcarse. Allí permaneció tres años, pero fue liquidado y regresó a Tampico.

Pero su vida ya le pertenecía al mar y regresó contratado por otras compañías. Sus vivencias como marinero y cocinero son muchas, pero sobresalen algunas como guisarle al entonces presidente Vicente Fox, quien hizo un recorrido por la platatorma habitacional “Safe Britania”, en esa región petrolera, la más importante hasta ahora en el país.

La rutina le cambió ese día al integrarse en el equipo de cocineros que atendió al controvertido político panista, su comitiva y acompañantes del Estado Mayor Presidencial, quienes quedaron fascinados con su especialidad de camarones al coco.

José Armando Chaires Castillo, cocinero tampiqueño que cruza océanos / Mirna Hernández

VIAJE A CHINA

Los desafíos acumulados son muchos, sobre todo separarse de la familia por largo tiempo, como sucedió en su viaje a puertos de China a bordo del barco lagunero propiedad de la naviera Marinsa. Fue una experiencia única y contemplar por tres meses el atardecer en los helados puertos asiáticos fue increíble, un regalo de la vida que no esperaba.

Pablo Castillo Mata con más de 40 años como capitán de un camaronero / Mirna Hernández

Desde el año 2000 que comenzó su vida marina, sabe que es lo suyo; “solo iba por un tiempo, pero me gustó la vida en los océanos y se volvió mi modo de subsistencia”.

Para el padre de familia tampiqueño es satisfactorio preparar los menús diarios para la tripulación de plataformas semisumergible, barcos cargueros y abastecedores, donde se ha desempeñado con anécdotas salpicadas de sorpresas, como la amenaza de naufragio por la inesperada inclinación de una superestructura en el Golfo de México y que pudieron superar con la capacitación y prácticas en seguridad.

A Armando el mar le ha enseñado mucho. Le ha dado asombro con su inmensidad y sus amaneceres, y felicidad cuando regresa a casa.

Aunque ha estado lejos de sus hijas Emily y Ashley, no se arrepiente, pues al final el sacrificio ha valido la pena con la generosidad de su trabajo y como él, muchos otros hombres y mujeres que laboran en los oceános.

PESCADOR POR SIEMPRE

Dedicarle 40 años de existencia a la pesca de camarón café en el Golfo de México no ha sido fácil para don Pablo Castillo Mata. Como hombre de mar, ha disfrutado la celsitud del Océano Atlántico, pero también ha padecido la furia de su naturaleza.

Es hijo adoptivo de Tampico, a donde llegó procedente cuando joven de Jalisco y por azares del destino decidió embarcarse y convertirse en capitán de un camaronero, que lo llevaría a zurcar desde entonces la interminable masa de agua, a la que aprendió a amar como compañera permanente.

Hoy, con 69 años de vida, don Pablo no tiene planes de retirarse. Aunque ha padecido problemas de salud y es esposo, padre y abuelo, le tiene al mar un gran afecto, pues allí aprendió a conocer su inmensidad, saborear sus bondades y la urgencia de protegerlo.

Ha vivido más a bordo de los ocho camaroneros que en casa. No sabe cuándo dejará de navegar, pero la decisión se la deja a Dios. Pausado, porque eso lo ha aprendido en su contacto perenne con la naturaleza, dice con nostalgia que las cosas han cambiado, pues hoy las cosechas de la preciada especie son mínimas, comparadas con las de hace pocas décadas.

Los desafíos son muchos, como separarse de la familia por largo tiempo / Mirna Hernández

Su travesía no ha estado exenta de sorpresas y recuerda que durante el huracán “Gilberto”, uno de los más intensos, devastadores y mortíferos registrados en el Océano Atlántico, en septiembre de 1988, su vida y la de sus compañeros pendió de un hilo al tomarlos a unas horas dde llegar a Tampico, pero pudieron salvarse gracias a maniobras para soportar el embravecido mar. Su existencia como pescador está salpicada de vivencias particulares y otros incidentes que le sembraron temple y seguridad, como fue la amenaza de hundimiento de su embarcación, a 60 millas de Campeche,

Ha estado en tierra algunos meses por cuestiones de salud, pero añora el mar y está convencido que debe regresar, pues está seguro que ha nacido para vivir en él.


José Armando dejó su negocio de tacos en este puerto para embarcarse / Mirna Hernández

Un día, José Armando Chaires Castillo recibió la oferta de trabajar como cocinero en una plataforma petrolera para la compañía Cotemar, en la Sonda de Campeche.

La decisión fue rápida. Dejaba su negocio de tacos en este puerto para embarcarse. Allí permaneció tres años, pero fue liquidado y regresó a Tampico.

Pero su vida ya le pertenecía al mar y regresó contratado por otras compañías. Sus vivencias como marinero y cocinero son muchas, pero sobresalen algunas como guisarle al entonces presidente Vicente Fox, quien hizo un recorrido por la platatorma habitacional “Safe Britania”, en esa región petrolera, la más importante hasta ahora en el país.

La rutina le cambió ese día al integrarse en el equipo de cocineros que atendió al controvertido político panista, su comitiva y acompañantes del Estado Mayor Presidencial, quienes quedaron fascinados con su especialidad de camarones al coco.

José Armando Chaires Castillo, cocinero tampiqueño que cruza océanos / Mirna Hernández

VIAJE A CHINA

Los desafíos acumulados son muchos, sobre todo separarse de la familia por largo tiempo, como sucedió en su viaje a puertos de China a bordo del barco lagunero propiedad de la naviera Marinsa. Fue una experiencia única y contemplar por tres meses el atardecer en los helados puertos asiáticos fue increíble, un regalo de la vida que no esperaba.

Pablo Castillo Mata con más de 40 años como capitán de un camaronero / Mirna Hernández

Desde el año 2000 que comenzó su vida marina, sabe que es lo suyo; “solo iba por un tiempo, pero me gustó la vida en los océanos y se volvió mi modo de subsistencia”.

Para el padre de familia tampiqueño es satisfactorio preparar los menús diarios para la tripulación de plataformas semisumergible, barcos cargueros y abastecedores, donde se ha desempeñado con anécdotas salpicadas de sorpresas, como la amenaza de naufragio por la inesperada inclinación de una superestructura en el Golfo de México y que pudieron superar con la capacitación y prácticas en seguridad.

A Armando el mar le ha enseñado mucho. Le ha dado asombro con su inmensidad y sus amaneceres, y felicidad cuando regresa a casa.

Aunque ha estado lejos de sus hijas Emily y Ashley, no se arrepiente, pues al final el sacrificio ha valido la pena con la generosidad de su trabajo y como él, muchos otros hombres y mujeres que laboran en los oceános.

PESCADOR POR SIEMPRE

Dedicarle 40 años de existencia a la pesca de camarón café en el Golfo de México no ha sido fácil para don Pablo Castillo Mata. Como hombre de mar, ha disfrutado la celsitud del Océano Atlántico, pero también ha padecido la furia de su naturaleza.

Es hijo adoptivo de Tampico, a donde llegó procedente cuando joven de Jalisco y por azares del destino decidió embarcarse y convertirse en capitán de un camaronero, que lo llevaría a zurcar desde entonces la interminable masa de agua, a la que aprendió a amar como compañera permanente.

Hoy, con 69 años de vida, don Pablo no tiene planes de retirarse. Aunque ha padecido problemas de salud y es esposo, padre y abuelo, le tiene al mar un gran afecto, pues allí aprendió a conocer su inmensidad, saborear sus bondades y la urgencia de protegerlo.

Ha vivido más a bordo de los ocho camaroneros que en casa. No sabe cuándo dejará de navegar, pero la decisión se la deja a Dios. Pausado, porque eso lo ha aprendido en su contacto perenne con la naturaleza, dice con nostalgia que las cosas han cambiado, pues hoy las cosechas de la preciada especie son mínimas, comparadas con las de hace pocas décadas.

Los desafíos son muchos, como separarse de la familia por largo tiempo / Mirna Hernández

Su travesía no ha estado exenta de sorpresas y recuerda que durante el huracán “Gilberto”, uno de los más intensos, devastadores y mortíferos registrados en el Océano Atlántico, en septiembre de 1988, su vida y la de sus compañeros pendió de un hilo al tomarlos a unas horas dde llegar a Tampico, pero pudieron salvarse gracias a maniobras para soportar el embravecido mar. Su existencia como pescador está salpicada de vivencias particulares y otros incidentes que le sembraron temple y seguridad, como fue la amenaza de hundimiento de su embarcación, a 60 millas de Campeche,

Ha estado en tierra algunos meses por cuestiones de salud, pero añora el mar y está convencido que debe regresar, pues está seguro que ha nacido para vivir en él.


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