Agustín trabaja como lavacarros en el centro de Tampico, su jornada laboral de hasta 12 horas en un buen día le permite ganar 200 pesos, pero si se enferma o llueve y no sale a las calles hay peligro de que él y su familia no tengan que comer.
Así es vivir al día en Tamaulipas, un estado fronterizo donde la pobreza extrema creció de 3.0 a 3.8% entre 2018 y 2020, según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).
VIVEN CON HAMBRE 114 MIL TAMAULIPECOS
En medio de la pandemia por coronavirus unas 114 mil personas viven con hambre en la entidad y forman parte del 3.8% de los tres millones 527 mil 735 habitantes.
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De acuerdo con el Coneval, una persona se encuentra en situación de pobreza extrema cuando presenta tres o más carencias sociales y no tiene un ingreso suficiente para adquirir la canasta alimentaria.
Es el municipio de San Nicolás, con una población de apenas 926 habitantes, según el último censo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) la región con mayor pobreza en la entidad, donde incluso hasta su población ha disminuido.
El Coneval informó en el 2020 que 14.1% de la población tamaulipeca aún tiene problemas de acceso a la alimentación por lo que la administración estatal panista de Francisco García Cabeza de Vaca se fijó la meta de reducir la pobreza alimentaria en 30% mediante la apertura de comedores comunitarios.
Mientras que en pobreza moderada hubo una disminución en Tamaulipas de 0.2%, al pasar de mil 101 personas en esa condición a mil 098.
Este indicador se refiere a cuya población tiene al menos una carencia social y su ingreso está por debajo de la línea de pobreza sin llegar a niveles extremadamente bajos.
Actualmente Tamaulipas tiene 153 comedores distribuidos en 43 municipios de la entidad, donde diariamente se entregan platillos a cinco mil 860 personas.
TRABAJADORES HAN APRENDIDO A VIVIR AL DÍA
Lavadores de autos, vendedores ambulantes y empaquetadores forman parte de ese sector que no tiene acceso a seguridad social en Tamaulipas y que viven vulnerables y al día.
“Cuando todo se cerró, la pandemia de coronavirus nos dejó prácticamente en ceros, no había venta, no había actividad y ahí es cuando conocimos la necesidad y el hambre”, apuntó Herlinda Gómez, vendedora de dulces.
La falta de clientes los llevó a buscar ayuda con las autoridades de los tres órdenes de gobierno, “no había ventas, anduvimos buscando que nos dieran despensas, veíamos que el Municipio y el DIF daban eso, ayudaban, pero hay quienes dejamos de tener dinero para poder pagar la renta”.
Una vez que se ha ido reactivando la economía la situación también fue alentadora, no obstante, les preocupa enfermarse.
“Afortunadamente yo no he tenido el virus, pero tenemos compañeros que trabajan en las calles y que sí se enfermaron, el problema es que no tenemos seguro”, recordó.
La comerciante señaló que el costo de los medicamentos resulta impagable para las personas que viven al día.
“Cuando se puede salir a trabajar, se hace con gusto, cuando no se puede llegan los problemas y la angustia”, puntualizó.