Cuando José Inés Loredo llegó con su hermano Fidel desde San Luis Potosí al puerto, sólo traía una consigna: encontrar trabajo, pero la vida le tenía una sorpresa, terminaría siendo el creador de una de las comidas típicas mexicanas que le daría renombre a nivel internacional no sólo a él sino a la ciudad que lo ayudó a cumplir sus sueños.
Era 1919, el auge por el petróleo apenas empezaba en la región y José Inés demostró capacidad de sobra para las relaciones personales, tanto así que de ser camarero en el Hotel Imperial, fue ganando puestos en distintos restaurantes, incluyendo el Bristol, en su momento uno de los mejores de México y también en el ámbito político, llegando a regidor, director de Policía, hasta que fue electo como presidente municipal de Tampico.
Cuenta la leyenda que Don José Inés atendía en la mañana en la oficina más importante de Tampico, en la presidencia, y por las tardes en la barra del restaurante que ya tenía con su hermano, el cual logró tanta popularidad en la zona, que para 1940 ya lo había mudado a la Ciudad de México.
Fue en la capital del país donde José Inés y Fidel, junto a otros cocineros, instalaron el Tampico Club, que se empezó a hacer famoso por un platillo que se servía para los trasnochados “El Desayuno Huasteco”, que como el restaurante abría toda la noche era solicitado durante las primeras horas del día.
Aquel platillo era cecina a la plancha, enchiladas verdes picosas y frijoles negros con epazote, una receta que José Inés había aprendido en su San Luis Potosí; fue tanto el éxito que artistas de la época, intelectuales y políticos de los años 50 llegaban hasta el Tampico Club a solicitarlo no nadamás en la madrugada, sino a todas horas.
Debido a esto, tuvo que cambiar el platillo y entonces puso una tira de filete de res de unos ocho por 30 centímetros marinado en jugo de naranja, sal negra y pimienta, cocido en la plancha y servido con enchiladas verdes que ya no picaban, queso panela asado, rajas de poblano, cebolla escalfada y frijoles de la olla con epazote.
A esta nueva creación le dio el nombre de Carne Asada a la Tampiqueña, es así que el platillo que se ha considerado como el más típico de Tampico se debe no a un cocinero originario del puerto y tampoco se creó en la ciudad que lleva su nombre, sino que lo realizó un huasteco potosino en la capital del país.
La excentricidad de sabores lo hizo único en su tipo, llegando a tener tal impacto que se empezó a incluir en el menú de los platillos típicos regionales de México en diversos eventos internacionales, generando gran expectación en la gastronomía mundial al recorrer las distintas embajadas del país donde fue comida obligada, junto al mole y el pozole.
En el año 2007, durante la segunda administración del presidente Fernando Azcárraga López, se rompió el récord de la Carne Asada a la Tampiqueña más grande del mundo, la cual se realizó en coordinación con una escuela de cocina y el chef Claudio Loredo, descendiente de la familia creadora del platillo, la cual se realizó en la Plaza de Armas de Tampico, midiendo 301.56 metros, la cual se repartió entre los ciudadanos.
A mitad de la década de 1960 fue cuando se instaló un restaurante de la familia Loredo en Tampico, fue aquí cuando se le agrega al platillo una ensalada de aguacate, manteniendo su auge a lo largo de los años en los distintos establecimientos que tuvieron en el puerto y en otros estados de la República.
El propio José Inés explicó alguna vez el simbolismo del platillo: “La carne asada al centro representaría al río Pánuco; el platón o plato oval, la zona huasteca; las enchiladas verdes, los verdes campos de la región; los frijoles negros la tierra fértil y el queso blanco, la pureza de la gente del lugar”.