A principios del siglo XX, entre el calzado que se usaba entonces en México se volvió muy popular el borceguí, un zapato tipo botín con ganchos que aseguraban las agujetas. Un modelo que usaban tanto hombres como mujeres, y que en 1924 sirvió para dar nombre a un local al que siguen acudiendo los tampiqueños para reparar su calzado. “Casi nunca estamos sin hacer nada, afortunadamente; desde que yo me acuerdo siempre tenemos trabajo para este día y para el siguiente”, dice Eduardo Torres Galván, actual encargado de este negocio que ha expandido sus ramos, pero que mantiene como actividad principal coser suelas, colocar tapas a tacones, hormar zapatos, entre otras reparaciones.
Los pasos de "el Borceguí"
Marcelino Sáinz y Miguel Torres Castillo iniciaron este negocio en un local que se ubicaba en la calle Obregón de la zona centro de Tampico. A inicios de la década de los 50 se mudaron a la calle Juárez. Más tarde nuevamente cambian de local, sobre la misma vialidad pero en la acera de enfrente, punto en el que se encuentran hoy en día.
En el año de 1974 el señor Sáinz fallece y su viuda cede el negocio al señor Torres Castillo. Al poco tiempo Eduardo comienza a trabajar junto a su padre. “No te vayas, me dijo, aquí nunca nos falta trabajo. Yo hacía otras cosas, yo soy técnico en máquinas y herramientas, hacía otro tipo de cosas, pero me quedé por el honor de ayudar a mi papá. Es un oficio muy noble, a lo mejor no te haces millonario, pero puedes vivir bien”, dijo en entrevista a EL SOL DE TAMPICO.
Las mujeres, quienes más acuden a reparar su calzado
El intenso calor que se llega a registrar en la zona sur de Tamaulipas provoca que las suelas de tenis y zapatos se despeguen, así que coserlas es uno de los trabajos más solicitados. Sus clientes en mayor medida, 60%, estima Torres Galván, son mujeres.
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También colocan hebillas, correas, ofrecen artículos para el mantenimiento y aseo de calzado, realizan trabajos de reparación de piel y hasta de talabartería.
Por si fuera poco, son cerrajeros. “La gente con frecuencia pasaba y nos preguntaba que si duplicábamos llaves, y yo les respondía: No hacemos, pero vamos a hacer. Así que incorporamos la cerrajería también. No le decimos que no a nada”. Torres Galván indica que han tenido que adaptarse a la industria del zapato, que ha desaparecido modelos para posicionar otros; la piel se emplea cada vez menos y es sustituida por materiales sintéticos.
“La suela de vaqueta, por ejemplo, cayó en desuso; los tacones de caballero que se calzaban mucho, se dejaron de usar, ya son de una sola pieza los zapatos. Nos tenemos que ir adaptando a los cambios que se van dando en el calzado y no quedarse atrás con los requerimientos del público y la moda”.
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Asimismo, indica que cada vez es más escaso el zapato tipo bostoniano. “Un zapato firme, todavía por los setenta se veía mucho y ahora ya no lo encuentras; las personas mayores ya no encuentran zapato tradicional. Muchas veces la moda es lo que el fabricante le importa a las zapaterías, por ende el público lo ve como novedad y lo compra”.
Un momento complicado para los oficios
De entre las anécdotas que se han vivido en "El Borceguí", Eduardo destaca una que no le tocó vivir, pero que escuchó de su padre: cuando el ciclón Hilda azotó el puerto.
“Cuando fue el ciclón del 55, mi papá junto con mi mamá y mi hermano, que tenía un mes de nacido, se refugiaron en el local. Vivíamos por la calle Estrella, pero como se inundó allá abajo se vinieron al local; había un tapanco grande ahí se refugiaron y pasaron la noche. Cuando bajó el agua, regresaron a la casa”, relató.
Otro momento adverso ha sido la pandemia de Covid-19, en el que se vieron obligados a cerrar durante dos meses. “Pero aguantamos y aquí seguimos adelante”.
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Señala que quizá lo más complicado ha sido la falta de personas interesadas en el oficio. “En temporadas nos faltan manos en el taller, y entonces hay que redoblar esfuerzos; los jóvenes ya no quieren ser zapateros, los oficios y los trabajos artesanales no son de mucho interés para las generaciones nuevas”.
Por lo que Eduardo Torres invita a la gente a que solicite los servicios de los artesanos locales. “A veces les escasea su trabajo a herreros, soldadores, carpinteros, todos pasan por la misma situación; así que acudan con aquellos, su labor es digna y tradicional. El calzado, por ejemplo, tiene una historia milenaria, y esperamos que El Borceguí siga por muchos años, mientras sigamos vivos".