El arte nace inconscientemente de la obra de su mano. Poco a poco la madera va tomando su forma: barcos, carruajes, coches y más, que salen de la imaginación de don José, se transforman en bellas miniaturas que sorprenden por su acabado y la fantasía que despiertan.
Don José Luis Jaime Sánchez, desde niño empezó a crear sus propios juguetes, “mientras mi madre tejía, yo me dedicaba a hacer cosas con la madera, ahí aprendí muchas técnicas para hacer las estructuras, pero llegó la escuela y dejé por un tiempo la artesanía, porque tenía que estudiar”.
“Primero quería ser maestro, pero cambié de profesión y con mi padre empecé a trabajar en un taller de torno y entonces me dediqué a este trabajo por varios años, hasta que logré tener mi propio negocio, que fui sacando poco a poco durante un tiempo, administrando y realizando distintas labores”, recuerda.
Añade que se logró emancipar y casarse, dedicándose a su negocios muchos años “hasta que decidí hace seis años jubilarme y dejé mi empresa a mi hijo para que él se hiciera cargo. Después de tres años de ya no estar al frente del taller de torno, empecé nuevamente a retomar mi gusto por la creación de las artesanías de madera”.
“Me gusta mucho hacer los barcos, los veo en dibujos o en alguna impresión y los comienzo a estudiar para saber cómo puedo darles forma, además he construido carruajes, bicicletas, muebles en miniatura y otros artículos que me gustan y entonces los reproduzco en la madera”, expone.
El cedro es la base para todas las artesanías de don Jaime Sánchez, utilizando clavos y varios tipos de resistol para unir sus piezas, que son articuladas y con distintos movimientos como los reales, “trato de darle la mayor semejanza a lo que estoy construyendo con el objeto real, por eso creo también los mecanismos para que se muevan igual”.
A los barcos se les hace timones, que pueden ser manipulados, compartimentos que se abren, en los carruajes las puertas y los frenos se articulan como en los vehículos reales, en las bicicletas los pedales hacen que las ruedas se muevan, los muebles tienen tapicería, lo que hace de estas artesanías algo muy vistoso.
El taller de don José Luis se ubica sobre la calle Esperanza, a menos de media cuadra del bulevar Adolfo López Mateos, en la colonia Guadalupe Mainero de Tampico, a pocos metros del puente que cruza el Canal de la Cortadura, donde todas las mañanas y parte de la tarde se sienta en su banco de trabajo para elaborar sus creaciones.
Menciona que ha hecho barcos de distintos tamaños desde doce, ocho y cuatro pulgadas hasta miniaturas, “selecciono la madera y luego junto con el carpintero hacemos los cortes necesarios de las medidas de lo que voy hacer para ir construyendo las piezas y luego ya me dedico al armado y los acabados, me tardo según el tamaño entre 3 meses y 4 semanas”.
“No las expongo en ningún lado, las empecé hacer para mí, pero varias personas que pasaban por el taller me preguntaron que si las vendía y entonces comenzamos a ponerles un precio y ahora tengo pedidos y hasta me las piden apartadas para comprarlas en pagos, es puro cedro y la gente lo que más me pide son barcos”, agrega.
Sin saber que en sus manos sobrevive una tradición milenaria, don José se sienta en su banco cada mañana a “vivir”, como dice él, los sueños que por crecer interrumpió cuando era un niño, creando aventuras en forma de juguetes de madera, para despertar otros sueños y preguntarnos sobre esa época “cuando el canal era un río, cuando el estanque era el mar, y navegar era jugar con el viento, era una sonrisa a tiempo...”.