En un santiamén, don Israel Blanco Medina transforma la palma tierna en una cruz adornada con una flor. La destreza la ha adquirido a lo largo de 40 años de dedicarse a fabricar los tradicionales ramos de Semana Santa que vende en los mercados municipales y la Catedral de Tampico.
El oficio se lo heredaron sus abuelos y su papá, Victórico Blanco, allá en el rancho Reforma de Ozualuama, Veracruz, desde que era niño. Don Israel viene a este puerto a comercializar su palma convertida en ramos con manzanilla y laurel, que según la creencia religiosa, ahuyentará enfermedades, problemas y malas vibras y atraerá la bonanza y el bienestar.
A unos días del Domingo de Ramos, fecha con la que se inicia la Semana Santa, el agricultor veracruzano ya labora desde temprano en una banqueta de los mercados temporales para ofrecer anticipadamente el también llamado florón y hacer suficientes para vender este próximo domingo en la calle Carranza, frente a la Catedral porteña.
Evoca su niñez y dice que a Tampico llegaba en tren con sus abuelos, cargado con el fruto criollo del palmito y se quedaba aquí por varios días esperando el Domingo de Ramos.
Con tristeza nos cuenta que esta es una tradición que se pierde, pues las nuevas generaciones de su pueblo ya no tienen interés en comercializarlo, incluyendo a sus hijos, los cuales no quieren continuar la tradición heredada de sus abuelos.
En su parcela cultiva la planta propia de la región, y también vende entre otros competidores, que los venden no sólo en este puerto, sino también en parroquias de la región.
Habla con holgura y expresa que aunque posee unas cuantas hectáreas donde cultiva maíz y frijol, hacer esto le gusta y su estancia en este puerto es de varios días, donde vende hasta 200 ramos si la racha es buena.
Aunque la competencia es mucha, las familias no tienen dinero, ya no vende como antes, pero le gusta armar y vender las palmas que rememoran a Jesús de Nazaret cuando entró a Jerusalén y fue aclamado por la multitud días antes de su pasión, muerte y resurrección.