Los globos blancos surcaron el horizonte en señal de despedida,mientras que los rostros tristes y llorosos de la multitud daban elúltimo adiós al padre Benito en la parroquia Padre Celestial dela colonia La Borreguera.
Era el mediodía, el calor no daba tregua a los cientos depersonas aglomerada en la explanada del templo adornado con unagran cantidad de flores multicolores, acompañado el ataúd demadera que contenía los restos de Benito Ernesto HernándezVidales.
Había tristeza por la muerte repentina del hombre, recordadocomo un párroco sencillo y generoso. El desconsuelo se leía enlos feligreses, en sus compañeros sacerdotes que se unieron a lahomilía exequial encabezada por el obispo de Tampico, Jose LuisDibildox Martínez.
La misa siguió el ritual y en el protocolo el jefe de laiglesia católica pidió a todos orar por el alma, quien dijo yaestá en el cielo, porque el padre Benito cumplió aquí en latierra con su encomienda de buen pastor.
La voces potentes y dulces de los coristas, aumentaban eldesconsuelo en los corazones de quienes lo conocieron y lotrataron, de niños, jóvenes y adultos que laboraban en laParroquia Padre Celestial de la calle Ghana, donde llegó hace masde diez años y en la que trabajó para restaurarla y agregar lacasa que daba techo y comida a los indocumentados.
La despedida hacia la carroza, cimbró a todos, pero losaplausos no faltaron en señal de agradecimiento a la tarea delquerido sacerdote de 58 años de edad, al que no sólo conocieroncomo el defensor de los migrantes, sino también precursor de ladefensa de los derechos humanos y benefactor de los pobres.
Sus restos fueron cremados y sus cenizas entregadas a laParroquia Padre Celestial, en honor a su trabajo pastoral.