Cada negocio o comercio que se extingue se transforma en recuerdo, en memoria, en nostalgia. Sitios en donde éramos felices y se nos pasaban las horas. ¿Cuánta alegría, diversión y buenos momentos se han quedado en el aire en lugares como los bares y cantinas, que ahora solo son recuerdo?
Durante el confinamiento pasó de todo, las actividades diarias se detuvieron, cerraron los negocios. Incluso la cerveza poco a poco desapareció de las tiendas. Pero la normalidad regresó y con ello nuestros bares y cantinas; aunque no todos.
Dos años de no funcionar fue un trance complicado para muchos de estos establecimientos, y existen algunos que aún no regresan a la normalidad, como el 8 Puertas Mérida, un bar que forma parte de la ruta gastronómica de las cantinas de tradición en Tampico, que sigue a la espera de reabrir al menos una de sus ocho puertas que ostenta en la esquina de Obregón y López de Lara.
¿Puede existir algo más tradicional o simbólico que un bar llamado Tampico?
Se encuentra en el cruce de Altamira y López de Lara, sus fieles parroquianos seguro esperan que pronto reactive sus actividades, con su botana, buen ambiente y programas deportivos por televisión.
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Mientras en la esquina de Altamira e Isauro Alfaro, la cantina La Tapatía luce su fachada de estilo arquitectónico Art déco, con ventanas de claraboya incluidas; y con casi un siglo de existir, tras la pandemia permanece cerrada. En la misma situación encontramos al Club de Hombres de Negocios en la calle Gochicoa, cerca de la Cruz Roja, que sigue sin reabrir.
Como ellos, muchos otros negocios cumplieron el mandato del cierre temporal, mientras pasaba la situación de alerta, que se prolongó quizá demasiado tiempo, y aún esperan su regreso.
El recuerdo se adereza con nostalgia y llegan a la memoria bares y tabernas que hasta hace no mucho tiempo ponían ambiente a nuestra ciudad como La Campeona, Los Pescadores, Oliverius, Pueblo Viejo, El Peñón o el Isabel. Y se agregan distintas y distantes épocas cuando funcionaba La Gloria, Río, el Centro Asturiano, el Aloha, La Balanza Mercantil, La Consentida, Bar Oaxaca, El Retiro o El 20 Negro, entre muchos más.
Y hace más de un siglo
En este recorrido de nostalgia, conversando con el licenciado José Cruz Álvarez, investigador e historiador, nos remontamos a la época de la fundación del puerto, cuando los primeros comerciantes y empresarios crearon en 1832 La Lonja Mercantil, un centro social y de negocios ubicado en donde hoy se encuentra el edificio Águila de Pemex (Díaz Mirón y César López de Lara). En su cantina circulaban ya los vinos importados de Cádiz y Sevilla vía La Habana. Mientras que en la calle de los Mercaderes, hoy Rivera, los obreros, campesinos, artesanos y tablajeros acudían a las tabernas de la época.
Las actividades del puerto y del auge petrolero aceleraron nuestra economía en general. Surgieron hoteles que incluían entre sus servicios el de bar y restaurante. Circundando la Plaza de la Libertad encontramos la huella de varios de estos establecimientos.
Construido en 1884, el actual edificio Alicia albergó el hotel y cantina El Sol. Y en contraesquina, en el Edificio Mercedes de 1922, tuvo por muchos años en su esquina al bar Manhattan, donde se filmó una escena de El tesoro de la Sierra Madre.
En pleno auge del petróleo funcionaba el hotel y bar Palacio, que aún conserva su arquitectura. En su momento de esplendor los parroquianos lo usaban como un moderno centro de negocios, donde realizaban desde transacciones inmobiliarias hasta movimientos de la Bolsa de Valores.
Entonces no eran pocos los bares que requerían un cantinero trilingüe para atender a la clientela internacional. Actualmente en su pasillo exterior la estatua del actor Humphrey Bogart nos recuerda que aquí también se filmaron escenas de su película en 1948.
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Desde 1904 el edificio La Campana es casi un ícono del centro histórico, con su estilo neoclásico francés, conserva algo de esa arquitectura y es uno de los accesos a la zona de los mercados en contraesquina de la Plaza de la Libertad. Su marquesina de “Cantina La Campana” es perfectamente visible en la película anteriormente citada, ganadora de tres premios Oscar.
De la misma época es el hotel Bristol (Carranza y Aduana), con uno de los mejores chefs del mundo, donde acudían a deleitarse con el mejor cognac francés y whisky escocés.
Personalidades pasaron sus días en estas cantinas de Tampico
El licenciado Cruz Álvarez nos recuerda que en 1920 funcionaba en el hotel Inglaterra su bar Normandie. Y, por supuesto, otro de los mejores hoteles de su tiempo, El Imperial con su excelente servicio de bar.
En 1944 surgió el hotel Tampico con una arquitectura colonial californiana y su salón de eventos La Gruta Azul. Todavía está fresco en la memoria su bar La Cueva del Capi Salas.
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Aquí era parroquiano habitual quien sería el primer cronista de Tampico, don Antonio Martínez Leal, y entre su mucha clientela se contaba con artistas plásticos como Jorge Yapur, Raúl López Torres y Carlos Sens Rendón, entre muchos otros bohemios. El licenciado José Cruz en nuestra plática evoca los platillos que allí se servían de botana “como el pozole, mondongo, caldo de borrego, barbacoa y una especialidad llamada alubias estilo Andonegui con carne de puerco, estilo español”.
La ruta gastronómica de las cantinas de tradición es un recorrido vivo que podemos disfrutar hoy en el presente y también en el recuerdo.