Sólidos, como los materiales con que están hechos los candados, son los sentimientos de las personas que mediante la colocación de uno de estos instrumentos en la reja de la malla perimetral de la laguna del Carpintero, sellan su unión para siempre.
El número de cerrojos en este tradicional paseo de la ciudad se ha incrementado significativamente en los últimos años, nadie sabe quiénes fueron los primeros en colocarlos o si estuvo relacionado con los sentimientos hacia su pareja, pero lo que sí es cierto es que muchos lo han convertido en el muro perfecto para expresar sus emociones.
Decenas, quizá centenares de candados, muchos de ellos ya oxidados por la humedad pero íntegros por dentro (equivalentes a las arrugas y a los sentimientos), siguen firmes soportando el embate diario de la salinidad (vida).
Sin revelar sus edades, solo sus nombres de pila, las personas muestran de esta manera su compromiso de amor hacia su pareja creando con ello un vínculo virtuoso que da cimiento a la sociedad, como es la comunión en el camino de la vida.
Moda o no, la colocación de cerrojos continúa incrementándose en la reja de la laguna del Carpintero, donde a diario son observados por quienes por ahí disfrutan de su tiempo libre.