El clásico y nostálgico silbido de un carrito de lámina parado en una esquina o saliendo de un callejón es cada vez menos común, son pocos los que continúan con uno de los oficios más antiguos de México que se niega a morir: el camotero.
Javier Pérez y sus seis hermanos llegaron al puerto de Tampico hace unos meses procedentes de San Lorenzo Malacota, Estado de México. Son la segunda generación de camoteros, oficio que fue heredado por sus padres Alberto y María que lo desarrollaban con mucho orgullo.
Con la intención de mejorar sus ventas y mantener la tradición de la familia, recorrían el país, pero fue a esta ciudad donde decidieron mudarse con todo y carrito.
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Pérez dijo estar orgulloso de continuar con el legado de sus padres, ya que asegura es la mejor herencia que pudieron haber recibido.
SAN LORENZO DE MALACOTA, EL POBLADO DE LOS CAMOTEROS
De acuerdo con información del Inegi, aproximadamente 30% de la población de San Lorenzo Malacota se dedica a la venta de camotes o a la fabricación de los carritos y durante el año los camoteros viajan a otros estados de la República con su horno de leña, que alcanza temperaturas de 400°C.
"Son más de 30 años dedicados a este oficio, es la herencia que nos dejaron nuestros padres, yo me siento muy orgulloso de trabar de camotero, es un oficio que me ha dado la oportunidad de conocer a mucha gente y diferentes partes" indicó.
CAMOTEROS, UN OFICIO EN PELIGRO DE EXTINCIÓN
Hoy es un oficio que muy pocos trabajan, ha ido desapareciendo poco a poco. "Los chamacos ya no quieren trabajar en esto, ya nada más nosotros quedamos, yo creo que no quieren trabajar en este oficio porque es muy pesado, yo diariamente camino mucho, recorro entre treinta y cuarenta kilómetros para poder vender y es pesado" comentó Javier.
Él todos los días sale de 16:00 a las 23:00 horas recorriendo las calles de Tampico y Ciudad Madero vendiendo sus plátanos y camotes cocidos, en el carrito de lámina de acero que le regaló su padre.