Acompáñenme a recorrer juntos algunas calles de nuestra memoria infantil, dejemos que el olor a gis nos vuelva a la mente y nos transporte a esa etapa de cuando éramos estudiantes, aquella donde aparece la figura del maestro.
De aquellos viejos, estrictos y buenos maestros con todo lo que conlleva, es decir con los borronazos, los jalones de patillas, las orejas de burro y la tan ansiada estrella plateada que al final del día nuestro maestro nos colocaba en la frente si nos habíamos portado bien.
Recordando hoy a mis viejos maestros, aquellos que todo sabían, aquellos cuya orden era ley, aquellos que imponían respeto y disciplina, aquellos a los que conquistábamos con una manzana y que cuyas reprimendas y consejos forjaron poco a poco nuestra personalidad, recordemos aquellos viejos maestros que sabían tu nombre sin necesidad de ver la lista de asistencia y que te esperaban a la puerta de la escuela para darte la bienvenida.
Recuerdos de la infancia dormida entre anécdotas y frases inmortales de quienes guiaron nuestra vida, de quienes alentaron nuestros sueños, de quienes se tomaron la molestia de enseñarnos y para quienes siempre seremos sus alumnos...
A un día de haber sido celebrado su día escribí este poema dedicado a todos mis viejos maestros que tuve la fortuna que direccionaran mi vida y por lo cual les estaré eternamente agradecida.
Recorramos juntos las calles empolvadas de la memoria...
Aquellas con olor a viejos recuerdos de la infancia y de escuela...
De gises y libros, de amaneceres tempranos y de tareas.
Recordemos juntos a los viejos maestros de juventudes olvidadas.
Maestros de antaño, cabizbajos y callados...
De salarios cortos e ideas largas...
De compromiso y entrega... de paciencia abnegada.
Ya puedo recordar sus pasos lerdos y pesados que retumbaban en el aula anunciando su llegada.
De mirada cabizbaja, taciturno y despistado siempre con borrador en mano, siempre llegando a tiempo, siempre sonriendo a todos... siempre imponiendo el ejemplo.
Era mi viejo maestro aquel que me sonreía cuando a la escuela llegaba aquel que con su sapiencia a mi mente extasiaba.
Aquel mi viejo maestro que con gis y borrador en una pizarra me enseñó el ABC de la vida, el valor de la familia, la entrega y la disciplina.
Recordando hoy a mis viejos maestros...
Aquellos que todo sabían Aquellos cuya orden era ley
Aquellos que imponían respeto, más no por miedo antes bien por su saber.
Recuerdos de mi infancia dormida entre anécdotas y frases de quienes guiaron mi vida, de quienes alentaron mis sueños, de quienes cuyos consejos y guía formaron lo que soy hoy en día.
juliamiguelena@hotmail.com