Ver la zona sur de Tamaulipas desde el cielo es notar un espacio de tierra rodeado de mucha agua, por lo que parecía imposible que escaseara, se salara o se secara.
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Pero la realidad nos alcanzó, la falta de obras hídricas y el nulo mantenimiento de las actuales nos tienen en la más grave crisis de agua que los que vivimos en el sur de Tamaulipas hayamos conocido.
Nuestras lagunas Chairel y Champayán por sequías, fugas y evaporación cada vez se repliegan más y dejan a la vista el lodo que al sol se reseca y muestra especies acuáticas muertas en plena tierra.
Y que decir de los ríos como el Tamesí que registra un bajo escurrimiento o el Pánuco que por su reducido caudal ha sido invadido por agua de mar que ha salado su corriente por lo menos 25 kilómetros cuenca arriba.
En tanto las obras se retrasan o se rompen, por el dique El Camalote ingresa agua salobre que llega hasta nuestros hogares generando diversos riesgos. ¿Acaso hemos fallado como sociedad al no reclamar a quienes por décadas nos han gobernado nos garanticen reservas de agua?, o ¿es que nos hemos conformado con vivir de los espejismos que estamos rodeados de lagunas?, mientras el preciado líquido se escapa por diques y esclusas obsoletas.