Profundo e indeleble es el recuerdo del huracán “Hilda” enesta región Huasteca del país, donde el 19 de septiembre de 1955se cumplió la leyenda tenek de devastación y purificación de latierra por medio de la lluvia. Sesenta y un años y el sonido delembravecido Pánuco arrastrando casas, árboles, animales ypersonas -vivas y muertas-, sigue tronando en los oídos de quieneslo vivieron.
Son recuerdos que hacen se humedezcan los ojos y que un muellepoderoso se atraviese en la garganta, es la memoria líquida de uncolectivo social que respeta la fuerza de la naturaleza y teme quevuelva a descargar su furia. El director Emanuel Martínez Zamoranoextrajo la esencia de relatos, visitas, vídeos, fotografías, perosobre todo testimonios de quienes fueron protagonistas de esosdías aciagos.
NACIDO DE UN RELATO
En 33 minutos y 40 segundos desarrolló el documental “MemoriaLíquida, cuando los ríos crecen” en el que recopila, en unoscuantos testimonios las miles de historias captadas a través delos ojos y oídos de tamaulipecos, potosinos y veracruzanos quefueron testigos del poder del Dios huracán.
“Comenzamos la recopilación en mayo para concluir endiciembre de 2015”, dijo el creativo nacido en Ciudad Valles, conorígenes en Xilitla, pero con residencia actual en Tampico.
La motivación para hacerlo viene justo de un relato, el de suabuela, quien contaba de la inundación, comienza con una leyendaen lengua tenek en la que se narra la destrucción del mundo pormedio de un diluvio debido a la creciente maldad y la pérdida dela fe, salvando sólo a un niño y una niña.
Se convierten en perros de agua o nutrias que permanecieronnadando algunos días, pero vencidos por el cansancio estuvieron apunto de sucumbir, por lo que el conejo de la luna les dio laposibilidad de alojarse a su lado, hasta que la tierra sedescubriera regresando para poblarla.
“Así le llaman los Cuaxtecas a este lugar de la provincia dePanotlan o Pánuco, Tampico, que quiere decir en idioma de losnaturales Lugar de perros de agua”, escribió Fray Andrés deOlmos en 1559.
Con la colaboración del Gobierno de Tamaulipas, Conaculta,ITCA, Cineteca Nacional, se retoma la historia del ciclón“Hilda”, no se centra en Tampico que acaparó los titulares,sino que se extendió a la mayoría de los 500 kilómetros de laribera del Pánuco.
DE VIVA VOZ
La tarea fue recopilar voces que tuvieron presencia o documentosdel hecho presentándose las experiencias de Luis García García,Clara García Rivera, Rosa Guerrero Chirinos, Amelia CasadosHernández, Fernando Alonso y el cronista Marco Antonio Flores.
Su expresión alberga la tristeza al evocar esa fecha de hacemás de seis décadas, coincidiendo en que el azote del “Hilda”y la inundación subsecuente ha sido la peor de la que se tenganregistro en la historia de la región.
Se tenía la experiencia del ciclón de 1933 -cuando losciclones no tenían nombre- pero 22 años después el noreste deMéxico fue sacudido por tres huracanes, llovió más de un mes loque hizo que los ríos estuvieran rebasados en su capacidad.
Los locales eran escépticos de los pocos avisos que recibíansobre la furia de la tempestad que se aproximaba, por lo que senegaron a salirse de sus casas, comenzando a sellar puertas yventanas con madera y láminas.
Pero cuerdas, clavos y tornillos no fueron suficientes paramantener en pie las viviendas que una a una sucumbían ante lafuerza del meteoro, mientras que el agua subía hasta dejar bajo elagua más del 70% de la región.
A las 10 de la noche del 19 de septiembre lo que se veía comouna gran fantasía era una terrible realidad, comenzando laevacuación de zonas bajas y los más acaudalados a hospedarse enhoteles del puerto.
El viento fue poderoso devastando todo a su paso, mientras quebajo el agua quedaron unas 3 mil víctimas mortales en el sur deTamaulipas y 12 mil en toda la Huasteca.
El río arrastraba desde árboles hasta casas y muertos, loscuales pasada la emergencia eran amontonados en la zona de La Barrade Ciudad Madero e incinerados mientras que en la zona del muelleun barco encallaba.
Pasado el temporal quedó al descubierto la destrucción, lafalta de comida, superando la tragedia al Ejército Mexicano, alEstado y al municipio, por lo que fue hasta el arribo de la FuerzaAérea de los Estados Unidos, al mando del contralmirante Miles,que colocaron en el Country Club su centro de operación desdedonde salían las expediciones de salvamento.
En helicópteros tipo banana, que se usaron en la guerra contraCorea, sobrevolaban las zonas afectadas salvando a gente que pordías estuvieron en árboles, techos de casas y pequeñosislotes.
Los llamaron “Ángeles” que en los pájaros de acerollevaron latas, agua, comida suficiente y esperanza a quienescreían que morirían en zonas de Tamazunchale, San VicenteTancuayalab, Ciudad Valles, Estación Manuel, Tópila, Pueblo Viejoy Ozuluama.
MATERIAL RESTAURADO
Este documental ganó la beca del Programa de Estímulos a laCreación y Desarrollo Artístico (PECDA) financiada por Conacultay convocada por el ITCA, siendo el último trabajo en ganarla yaque no se ha vuelto a realizar.
"El trabajo más extenuante fue la restauración fílmica demás de 40 minutos del filme original de ocho, dieciséis y treintay cinco milímetros que fue recopilada en distintos puntos de laregión”, dijo el creador a El Sol de Tampico.
La familia del senador Manuel Guzmán Willis, FranciscoAzcárraga, Francisco Vargas Covarrubias, la Cruz RojaInternacional y de la Base Aérea de Estados Unidos de Harlingeraportaron material para este documental, alguno inédito.
Contiene además más de cien imágenes de Robert W. kelly,fotógrafo del Times y revista Life, quien incluso ganó un premiopor este trabajo; así como fotos de los hermanos Mayo, catalanesllegados a México por la Guerra Civil. En el trabajo derestauración participó la Cineteca Nacional, así como MaríaElena Hernández Fraustro y Óscar Ramos Guerra enpostproducción.
Participó en el Festival de Cortometrajes Short Mx y en elfestival de Guanajuato y Morelia, donde salen los que seránnominados a premios Oscares y Cannes, con proyección en laCineteca Nacional en este mes de septiembre. Actualmente sepresentará en el concurso del IMCINE donde se presentan 2016trabajos de los que se eligen sólo 6.
“Memoria Líquida, cuando los ríos crecen” conjunta lashistorias de los huastecos que pueden hablar con certeza delhuracán “Hilda”, los que captaron en sus recuerdos lasimágenes de destrucción que se niegan a ahogarse.
El temor de una nueva devastación como la aquí documentada secierne en los sobrevivientes, a quienes les asalta el temor devolverse a ver en el ojo de un nuevo huracán.
Testimonios Vivos del Ciclón Hilda
“Nos sacaron de la casa de mis tíos en la colonia El Golfo,nos trasladaron en un helicóptero porque el río Pánuco ya sehabía desbordado y todo estaba inundado, podíamos ver cómo eranarrastrados animales por la corriente, yo sólo traía la ropa quellevaba puesta y era muy difícil conseguir alimentos”. Este esel testimonio de la señora Juana María Pérez Maya, hoy de 80años de edad, una de las sobrevivientes del devastador ciclón“Hilda” en el año 1955, y la posterior inundación en nuestropuerto que cobró la vida de muchas personas.
En la tranquilidad de su hogar, doña Juana nos cuenta suanécdota, recordando que “vivía en El Golfo por la únicaavenida en ese tiempo, salimos a la carrera con la única ropa quellevábamos puesta, todo se lo llevó el agua”. La mujer deavanzada edad recuerda que para poder llegar al helicóptero queacudió a rescatarlos, fueron subidos en una llanta que jalaron conun mecate, y de ahí los llevaron a un hotel en el centro de laciudad. “Andábamos con la misma ropa y sin comida, íbamos acomer a la plaza, me acuerdo que nos echaron mucho la mano losgringos que traían carros anfibios que caminaban en el agua,veíamos cómo pasaban el agua del río Pánuco por casas con gentey niños, nosotros vivíamos a cuadra y media del río, estabamosmuy sorprendidos por todo lo que estaba pasando”, añadió.
Evocando el pasado señala que fueron rescatadas unas 10personas, y del centro de la ciudad se fueron con familiares a lacolonia Obrera, en días donde la comida escaseaba y tenían quesalir para abastecerse de alimento, pues no vendían mucho, algunas5 piezas de bolillo por persona, y para comprar masa tenían quehacer una fila de 3 cuadras en el único molino abierto.
La señora Juana menciona que el agua llegaba hasta donde estabala cantina “Las Palmas”, detallando que por ahí pasabanmarranos muertos, había víboras en las casas y camarones. “Lopeor vino después del ciclón Hilda que pegó en septiembre,porque a los 15 días se vino la inundación, el agua empezó asubir, donde estaba el ferrocarril estaba todo inundado, no habíaun lugar seco por ahí”, finalizó.
Caos y Destrucción Provocó el Ciclón“Hilda”
Gustavo García
PáNUCO, Ver., Septiembre 15.- Con una gran tristeza recuerdadon Alfredo Vicencio Hernández, de 71 años de edad, el ciclon“Hilda” en el año de 1955. En ese entonces tenía 10 años deedad y residía en la calle Carlos Andrade de la colonia Salas deesta ciudad.
Su casa era de madera y techo de lámina donde vivía con sumamá y tres hermanos. Ella laboraba en un restaurante de lalocalidad para sacarlo adelante a él y a sus hermanos pues supadre se separó de ellos y con sacrificio construyó la humildevivienda.
Su niñez fue muy divertida con sus hermanos pues eran muyalegres con su madre, quien a pesar de que ganaba poco dinero dondetrabajaba les hacía sus gustos preparando los alimentos preferidosy cuando cumplía años cada uno de sus hermanos les comprabapastel e invitaba a sus amigos, vecinos y primos.
Vicencio Hernández dijo afligido que todo era felicidad cuandoel 19 de septiembre de 1955, hace 61 años, como a las 10 de lanoche, azotaron fuertes vientos de más de 200 kilómetros porhora. Se escuchaba el zumbido del aire y el ruido de las láminasque volaban de las casas por todos lados y la gente corríaasustada para refugiarse en un lugar seguro.
A esa hora estaba descansando en compañía de sus hermanos y sumamá María de los Angeles Hernández, quien actualmente cuentacon 93 años de edad. “Ella sacó adelante a todos mis hermanostrabajando como mesera en un restaurante de la zona centro”.
Los fuertes vientos del ciclón “Hilda” que azotaron durantevarias horas ocasionaron que su humilde vivienda, hecha de madera ytecho de lámina, se le volaran. Por ello se quedaron en la calle,pero afortunadamente la vecina les dio alojamiento a su madre, aél y a todos sus hermanos durante varios días.
A causa de las fuertes ráfagas de viento, se suspendió elservicio de luz y agua durante varias semanas y ante este problemano había qué comer, pero los americanos enviaron productos comoarroz, frijol y maíz en helicópteros que bajaban en aquelentonces donde era la estación del tren y ahora se le conoce como“La Curva”, para posteriormente enviarlos a la escuela“De-siderio Pavón” de la zona centro, donde se instaló uncomedor y se tenían que hacer largas filas para que les dieran decomer.
Durante varios meses estuvieron refugiados en la casa de lavecina, mientras se construía una nueva casita de madera.
Con la voz entrecortada recordó que fue muy triste vivir elcaos y destrucción que causó el ciclón “Hilda” en el año de1955, que después de la inundación devastó totalmente loscultivos de oleaginosas en las zonas bajas del municipio de Pánucoy los alrededores.
Lidia Pérez Castro, Testimonio Viviente del CiclónHilda 1955
Con sólo seis años de edad Lidia Pérez Castro vivió en carnepropia la devastación del huracán “Hilda” cuyos vientosdejaron huellas profundas en su comunidad y en su memoria y quepese a la distancia en el tiempo son imposibles de borrar.
Vivía en la comunidad El Sendero, a cuarenta minutos deTampico, entre los límites de Pueblo Viejo y Pánuco, en la zonahuasteca del norte de Veracruz, donde las historias son tandolorosas como las que se han contado de la cuenca baja delrío.
Fue el 19 de septiembre de 1955, como lo sabemos bien todos losque vivimos en esta zona, cuando la región fue azotada porconstantes lluvias llegando a estar los ríos y las lagunas atope.
“Yo estaba muy chica, tenía la edad de 6 años y empezó aanunciarse el mentado huracán Hilda, después llovió mucho, yempezó a subir el río entonces nos fuimos a las partes altasporque vivíamos en la zona baja del ejido”, señaló Lidia alevocar los recuerdos de hace 61 años.
No había sitios de refugio y menos planes de contingencia, yaque el gobierno de Veracruz mantenía esa región alejada de apoyoy más en contingencias como ésta.
Los pobladores de esa región eran campesinos, ganaderos ypescadores, quienes protegían a los suyos amarrando las casas consogas o sellando puertas y ventanas pero los vientos fueron muchomas potentes de lo que habían visto antes. “Ya cuando empezó elhuracán nos encerraron, pero como las casas eran de maderaempezaron a mecerse por el viento, entonces nos sacaron a laintemperie y afuera nos taparon con lonas para no mojarnos y ahípasamos el huracán sentados”, recordó.
El viento rugía y las gotas de lluvia pegaban con fuerza en lapiel, el agua de las zonas desbordadas del Pánuco aumentó aunmás dejando ver únicamente las cúpulas de los árboles másaltos de los naranjales, ciruelos y quedaron completamentedesaparecidos los plantíos de maíz, tomate y frijol.
“Al otro día el río traía mucha corriente con personas yanimales tanto muertos como vivos”, mencionó Lidia Pérez quienaseguró que “muchas personas de esa zona desaparecieron” yjamás se supo nada de ellos.
Pasado el huracán llegó el problema del alimento, la escasezera grande y las familias numerosas, situación que se agravabacuando la ayuda del rebasado gobierno de la República nollegaba.
“Mi madre incluso cocinaba los animales que habían muerto porel huracán”.
Más de un mes duraron las aguas en volver a su cauce y mientrasque la crisis de alimentación era cada vez mayor llegaron los“ángeles gringos” que eran la Fuerza Aérea de los EstadosUnidos que habían llegado para ayudar.
“Pasaban los helicópteros y nos aventaban cajas con comidapero caían en el agua, la gente se aventaba y el que las agarrabacomía y el que no pues no comía”, precisó la mujer conrecuerdos frescos para quien rememorar esos días aciagos leproduce nostalgia, lo que humedece los ojos que fueron testigos deesa tragedia.
Quedamos Unicamente con lo Puesto: Alicia EspinosaCarrasco
Una sobreviviente que padeció en carne propia junto con sufamilia los embates del ciclón “Hilda” y la pérdida total detodas sus pertenencias, quedando únicamente con la ropa quetraían puesta fue la señora Alicia Espinosa Carrasco, hoy de 76años, quien recientemente en ese entonces había cumplido susquince años, sin imaginar que este fenómeno marcaría su vidapara siempre.
“Me acuerdo muy bien del ciclón porque en ese mes yo acababade cumplir mis quince años, el 7 de septiembre, y desde esa fechaya estaba lloviendo, cuando nosotros vivíamos en una casa demadera y lámina, ahí vivía con mi mamá, mi abuelita y cuatrohermanos, juntábamos las camas y luego los colchones, y arriba mishermanitos para que nos se bajaran, porque cuando entró el aguapor la puerta de madera, como arroyo y las ratas que parecíantlacuaches salían y nos pasaban entre las piernas, y lo mismo lasculebras que se nos enredaban en las piernas; uno solo gritaba,pues le tenía miedo a esos animales”, narra la mujer.
Recuerda con nostalgia que su madre decidió inicar su propionegocio “con mucho orgullo lo digo, mi mamá decidió trabajarsola y nos pusimos a vender tacos y tortillas y con eso noslevantamos, pero vino el ciclón y el comal de fierro pesado volóy un baño que había lleno de tierra para poner las brasas y elcomal lo volteó el agua y nos quedamos sin nada, yo solo salí conla ropa que traía puesta y era un vestido delgadito; estuvohorrible y nadie nos tendió la mano”.
“De ahí salimos y nos fuimos con una maestra de apellidoSerna, en la bajada de Los Alemanes, pero como teníamos latortillería y una cubeta grande de maíz y unas gallinitas nosrecibió con gusto y cuando se nos acabó todo la señora noscorrió y comenzamos a batallar; fuimos con una madrina pero pocosdías, porque mi abuelita dijo que no de arrimados, ella decía elhambre nos tumba y el orgullo que nos levante”, expresó.
Platica que decidieron trabajar, fueron a hospedarse a un hotely de ahí “mi madre y yo nos fuimos a trabajar a un negocio decomida”, experiencia que no desea que viva nadie, pues relata quesu madre molía el maíz de las seis de la mañana a las ocho de lanoche, y ella lavando trastes y no les daban de comer, solo el pagode cinco pesos por moler a su mamá y a ella dos pesos por lavarlos trastes.
Recordó con tristeza que no recibió ayuda del municipio y denadie y nada les quedó, pues lo único que pudo recuperar fue unropero de cedro que estaba flotando y una gallina que sobre elmueble había sobrevivido.