/ sábado 30 de noviembre de 2024

Griyta.com / Derribando los mitos de la masculinidad

En el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer que se celebra el 25 de noviembre en México, tuve la oportunidad de participar como ponente impartiendo una conferencia, que lleva el nombre de esta entrega, invitado por la presidencia del DIF de Altamira, Tamaulipas.

Esta fecha está enfocada en visibilizar la violencia contra las mujeres y niñas, y en crear conciencia sobre la estigmatización y vergüenza que sufren las víctimas, aquí la particularidad y que a mí me pareció excelente idea, fue que la audiencia eran solo hombres.

Desde pequeños, muchos hombres crecimos bajo una serie de normas no escritas sobre cómo "deberíamos" comportarnos para ser aceptados como "hombres de verdad".

Estas reglas han moldeado generaciones enteras, afectando no solo nuestra forma de relacionarnos con los demás, sino también con nosotros mismos. Los mitos de la masculinidad, aunque parecen inofensivos, son una de las raíces más profundas de problemas como la violencia de género, las dificultades emocionales y las relaciones tóxicas.

Pero, ¿qué sucede si cuestionamos esas creencias?

El mito más recurrente es que un hombre debe ser fuerte, inquebrantable y siempre "tener el control". Esto incluye ocultar emociones como el miedo, la tristeza o incluso el amor. Nos enseñaron a "aguantar como hombres", y ese "aguantar" nos costó mucho: salud mental, relaciones sinceras y un sentido de humanidad que se fue perdiendo entre gestos de dureza y orgullo.

La realidad es que la fortaleza real no reside en reprimir lo que sentimos, sino en enfrentarlo.

Hablar de nuestras emociones no nos hace débiles, nos hace humanos.

¿Cuántos hombres han perdido relaciones, trabajos o incluso la vida porque no pudieron expresar lo que les dolía?

El suicidio, que afecta de manera desproporcionada a los hombres, es un claro ejemplo de cómo los mitos de la masculinidad nos han silenciado hasta el extremo.

Otro mito peligroso es la idea de que la violencia es una herramienta legítima para ejercer control o resolver conflictos. Esto no solo perpetúa la agresión entre hombres, sino que también alimenta la violencia de género. La idea de que ser hombre implica dominar, competir y siempre ganar crea un ambiente de confrontación constante que daña a todos los involucrados. El verdadero poder no está en someter a otros, sino en saber construir relaciones basadas en el respeto y la igualdad.

Además, los roles tradicionales han limitado nuestras opciones y nos han obligado a encajar en moldes que no siempre nos representan. Ser el único proveedor, evitar tareas domésticas o reprimir el deseo de ser cuidadores son normas que, en lugar de liberarnos, nos atan. Un hombre que comparte responsabilidades en el hogar o que decide explorar caminos no convencionales no es menos hombre; es más libre.

Finalmente, los hombres conscientes y comprometidos tienen un papel crucial en la lucha contra la violencia de género. Como aliados, podemos cuestionar actitudes machistas, desafiar chistes ofensivos y educar a los más jóvenes con el ejemplo.

La masculinidad no tiene que ser tóxica. Puede ser constructiva, libre y en armonía con una sociedad que valora la igualdad y el respeto.

Es tiempo de derribar los mitos.

Porque ser hombre no significa seguir un guion impuesto, sino crear el propio camino hacia una vida plena y auténtica. Escríbeme.

*RE-GENERACIÓN 19

gryitafuerte@gmail.com

Facebook Gryita Fuerte

En el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer que se celebra el 25 de noviembre en México, tuve la oportunidad de participar como ponente impartiendo una conferencia, que lleva el nombre de esta entrega, invitado por la presidencia del DIF de Altamira, Tamaulipas.

Esta fecha está enfocada en visibilizar la violencia contra las mujeres y niñas, y en crear conciencia sobre la estigmatización y vergüenza que sufren las víctimas, aquí la particularidad y que a mí me pareció excelente idea, fue que la audiencia eran solo hombres.

Desde pequeños, muchos hombres crecimos bajo una serie de normas no escritas sobre cómo "deberíamos" comportarnos para ser aceptados como "hombres de verdad".

Estas reglas han moldeado generaciones enteras, afectando no solo nuestra forma de relacionarnos con los demás, sino también con nosotros mismos. Los mitos de la masculinidad, aunque parecen inofensivos, son una de las raíces más profundas de problemas como la violencia de género, las dificultades emocionales y las relaciones tóxicas.

Pero, ¿qué sucede si cuestionamos esas creencias?

El mito más recurrente es que un hombre debe ser fuerte, inquebrantable y siempre "tener el control". Esto incluye ocultar emociones como el miedo, la tristeza o incluso el amor. Nos enseñaron a "aguantar como hombres", y ese "aguantar" nos costó mucho: salud mental, relaciones sinceras y un sentido de humanidad que se fue perdiendo entre gestos de dureza y orgullo.

La realidad es que la fortaleza real no reside en reprimir lo que sentimos, sino en enfrentarlo.

Hablar de nuestras emociones no nos hace débiles, nos hace humanos.

¿Cuántos hombres han perdido relaciones, trabajos o incluso la vida porque no pudieron expresar lo que les dolía?

El suicidio, que afecta de manera desproporcionada a los hombres, es un claro ejemplo de cómo los mitos de la masculinidad nos han silenciado hasta el extremo.

Otro mito peligroso es la idea de que la violencia es una herramienta legítima para ejercer control o resolver conflictos. Esto no solo perpetúa la agresión entre hombres, sino que también alimenta la violencia de género. La idea de que ser hombre implica dominar, competir y siempre ganar crea un ambiente de confrontación constante que daña a todos los involucrados. El verdadero poder no está en someter a otros, sino en saber construir relaciones basadas en el respeto y la igualdad.

Además, los roles tradicionales han limitado nuestras opciones y nos han obligado a encajar en moldes que no siempre nos representan. Ser el único proveedor, evitar tareas domésticas o reprimir el deseo de ser cuidadores son normas que, en lugar de liberarnos, nos atan. Un hombre que comparte responsabilidades en el hogar o que decide explorar caminos no convencionales no es menos hombre; es más libre.

Finalmente, los hombres conscientes y comprometidos tienen un papel crucial en la lucha contra la violencia de género. Como aliados, podemos cuestionar actitudes machistas, desafiar chistes ofensivos y educar a los más jóvenes con el ejemplo.

La masculinidad no tiene que ser tóxica. Puede ser constructiva, libre y en armonía con una sociedad que valora la igualdad y el respeto.

Es tiempo de derribar los mitos.

Porque ser hombre no significa seguir un guion impuesto, sino crear el propio camino hacia una vida plena y auténtica. Escríbeme.

*RE-GENERACIÓN 19

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