Lejanos han quedado los tiempos cuando en el Siglo VII los griegos dejaron testimonio de haber acuñado las primeras monedas, hechas de una valiosa aleación de oro y plata, y grabadas a punta de marro con el sello de la entidad emisora; hoy, con la dinámica de los tiempos actuales, el uso de dinero físico, representado por monedas, billetes y cheques, se va quedando obsoleto, y estamos entrando cada vez más en la era del dinero electrónico, las criptomonedas, las transferencias digitales y el paradinero. Bienvenidos amables lectores a la Nueva Economía Digital.
Somos, como sociedad, una amalgama de entidades económicas, masivos grupos de consumo, grandes conglomerados comerciales y una cada vez más competida biósfera de servicios financieros, todos, englobados en una economía mundial que trasciende a la Economía Digital, y con este paso nos acompañan las cosas buenas y malas que siempre van implícitas en donde exista el oro.
Corría el año 2009 cuando una o varias personas, detrás del pseudónimo de Satoshi Nakamoto, dieron a conocer al mundo a Bitcoin, la que si bien no fue la primera, si ha sido hasta nuestros días la criptomoneda que más ha penetrado en la economía mundial, ellos mismos definen su objetivo como: “proporcionar a los ciudadanos un medio de pago que posibilite la ejecución de transferencias de valor rápidas, a bajo coste y que, además, no pueda ser controlado ni manipulado por gobiernos, bancos centrales o entidades financieras”. Lo que en esencia es la base para cualquier moneda electrónica, sin embargo, Bitcoin aparecía privilegiando el uso de tecnología criptográfica para la generación de sus entidades, cuyo sistema, soportado por miles de ordenadores en el mundo, llamados “miners”, está programado para crear un número fijo de unidades cada cierto tiempo, en el caso de esta moneda, 25 Bitcoins cada 10 minutos, y este número se reduce a la mitad cada 4 años, la meta es parar esta producción en el año 2140 cuando se alcancen los 120 millones de Bit-coins en circulación.
A diferencia de otros medios de producción de moneda, los medios electrónicos plantean grandes ventajas, al igual que un billete, tienen un identificador implícito dentro de cada una de ellas, y cada transacción realizada queda registrada en su propia columna, una megabase de datos de acceso público que usa tecnología “Blockchain”.
Para hacer uso de las criptomonedas es necesario descargar un software particular para cada una de ellas que hace las veces de una billetera virtual, a éste se le denomina “Wallet”, cada billetera tiene un número único de identificación que es público, pero también anónimo, y que posee dos claves criptográficas para sus operaciones, una pública y una privada. Con este sistema se podrá enviar y recibir dinero de otros usuarios. Además, el envío de criptomonedas es instantáneo y toda operación puede ser monitorizada en tiempo real. Las transacciones con esta moneda implican una transferencia de valor entre dos direcciones únicamente por transacción. Entre las grandes ventajas están la seguridad y confidencialidad de cada operación, además de que, al no estar reguladas por Bancos Centrales, estas no pueden ser sometidas al escrutinio de Entidad Financiera o Gobierno alguno. También ya existen en varios países, cajeros automáticos en donde se pueden cambiar criptomonedas como Bitcoins por dinero físico del país en cuestión, además de que en internet la propiedad de las mismas puede ser adquirida y vendida a cambio de otras monedas, principalmente dólares.
Hablando de equivalencias, al momento de redactar el presente artículo el precio de un Bitcoin es de 188 mil 836.82 pesos mexicanos, tal cual lo lee, y para darnos un punto de referencia del mismo, apenas el pasado domingo 9 de junio era de $147 mil 411.63, es decir el valor de la misma se incrementó más de 41,000.00 pesos en solo doce días, pero, cuidado, esta moneda es tanto o más fluctuante que el peso, el euro o el dólar americano, y aunque sus incrementos de valor son grandes, también en ocasiones lo han sido sus decrementos.
Apenas la semana que termina, y como lo había anunciado a ustedes en esta misma columna la semana pasada, el gigante de las redes sociales, Facebook® anunció a nivel mundial el lanzamiento de su propia criptomoneda, llama Libra, y con un Wallet que estará basado probablemente en Facebook® y WhatsApp®, que se llamará Calibra. Esto respaldado por más de 27 poderosos part-ners internacionales como VISA®, MasterCard®, Ebay®, Spotify®, Uber®, y entre los que destaca el latinoamericano MercadoPago®, quienes se rumora han tenido que invertir alrededor de 10 millones de dólares por empresa para formar parte de este ambicioso proyecto financiero, cuyas implicaciones parecen ser las de convertirse en un líder mundial (Si se puede llamar así cuando China no está en la ecuación) y presentar un muro de competencia para Bitcoin, Ethereum y otras criptomonedas, además de la banca que ya maneja en el país asiático desde hace varios años WeChat®, en 2017 WhatsApp® ya había lanzado un piloto en India en donde se vinculó la cuenta de mensajería para hacer pagos a través de entidades financieras establecidas en ese país, aparentemente con excelentes resultados.
A poco estamos de ver proyectos que se consoliden como la criptomoneda internacional definitiva, pero aquellos que han sido sus creadores y principales promotores, no ven con buenos ojos la palabra “control” en sus medios de valor digital; además, como ya mencioné, también existen grandes y diversos riesgos en su uso, tales como el financiamiento a actividades ilícitas, blanqueo de dinero, posibles fraudes (no existen sistemas 100% seguros), un gran impacto sobre la estabilidad de los precios y valor de otras divisas, y una creciente fama de ser utilizadas por los principales grupos delictivos en el mundo.
Así, amables lectores, nos pinta el panorama para este 2019 en lo referente a economía digital, con una nueva oferta de criptomonedas más agresiva, que pretende además, no solo modernizar, agilizar y controlar la dinámica del comercio mundial, sino también llevar a miles de millones de personas a integrarse a la “bancarización” de los sistemas económicos internacionales y dejar la informalidad, aparentemente a través de un medio al que sí le han confiado su información personal abiertamente, pero no solo eso, también sus hábitos de consumo, sus relaciones interpersonales, su estado de ánimo y hasta las fotos de sus hijos, las benditas redes sociales. Entonces, ¿debo cuidar lo que publico en mis redes a la hora de solicitar un crédito? Hoy tal vez no, mañana… seguro que sí.
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