Todas las personas buscan el amor, pero no todas lo encuentran. A veces, el amor se confunde con dependencia emocional o deseo sexual. Lo cual da paso a sentimientos de angustia y vergüenza que desembocan en escenarios de violencia. El peligro de las relaciones disparejas radica en que mientras uno manda, el otro obedece, pero ninguno de los dos es feliz.
¿Qué es el amor?
De acuerdo con Erich Fromm, escritor de "El arte de amar", el amor es un arte. Es la unión física y mental de dos personas que se hacen compañía. En este estado predomina la armonía, la razón y también la pasión. El amor es fuerza y poder, es la capacidad de dos personas de conocerse, volverse una sola entidad y, al mismo tiempo, preservar su independencia.
El amor para Fromm, es una necesidad vital de los seres humanos, quienes buscan salir de sí mismos y conectar con el mundo exterior. Cuando ese requisito no se cumple, la mente se embarga de sentimientos de angustia, culpa, vergüenza y soledad.
En ocasiones, motivados por la urgencia de amar y ser amadas, las personas desarrollan hábitos pocos saludables, por no decir peligrosos. Fromm les da el nombre de "uniones simbióticas u orgiásticas".
¿Qué no es al amor?
El amor no es violento, sumiso o controlador, ni su duración es fugaz. Todas estas son características de las "uniones simbióticas u orgiásticas" definidas por Fromm. Las cuales se caracterizan por la búsqueda del orgasmo sexual como método para aliviar la soledad y obtener placer. Se consideran formas inmaduras de amar.
Las uniones simbióticas son el resultado de la angustia de querer conectar con alguien más y no encontrar la manera de hacerlo. Entonces, desesperados por escapar de sí mismos, los humanos recurren a relaciones pasajeras, caracterizadas por una dinámica de sumisión y dominación.
Los términos "sumisión" y "dominación", también expresados de manera clínica como "masoquismo" y "sadismo", no solo expresan dinámicas sexuales, también indican un perfil de comportamiento.
La persona sumisa es quien obedece de manera incondicional, aun en contra de su propio juicio y paz mental. El sádico, por su parte, disfruta emitiendo órdenes para controlar, explotar y humillar a los demás.
Un masoquista siempre necesita a un sádico y viceversa
Las personas masoquistas y sádicas se necesitan mutuamente, no existen la una sin la otra. Ambas se encuentran inmersas en un estado alterado de la conciencia, donde buscan de forma desesperada salir de su aislamiento y entablar una conexión con otro ser humano. Este tipo de relaciones, acorde a Fromm, no se sustentan en el amor, su fundamento es la angustia.
El masoquista renuncia a sí mismo, se convierte en un objeto a disposición de alguien más, tanto física como mentalmente. El masoquista busca que otra persona, el sádico, guíe su conducta y lo proteja del mundo exterior. Su objetivo es evitar tomar decisiones para no cometer errores. Su lógica consiste en decir: "Yo soy nada, el otro es todo".
El sádico piensa: "Yo soy todo, el otro es nada". Necesita que otro ser humano lo idolatre para sentirse bien consigo mismo. El sádico ambiciona mandar por encima de los demás, abusar de ellos, hacer daño y someter la voluntad ajena para calmar su desasosiego interior.
Los masoquistas y los sádicos buscan amor, pero no lo encuentran. El masoquista soporta las humillaciones del dominante, mientras que el sádico sustenta su autoestima menospreciando al sumiso.
El riesgo de este tipo de relaciones radica en sus consecuencias: incremento de los sentimientos de desamparo, dolor, enojo, deshonra y cargo de conciencia. Puede dar paso a escenarios de violencia física, emocional y sexual.
Suscríbete a la edición digital de El Sol de Tampico aquí
Cuando uno siempre manda y el otro obedece sin cuestionar las decisiones, no se está en igualdad de condiciones. El peligro de las relaciones disparejas es la incapacidad de saber cómo amar, su resultado es la desdicha