En sus manos sostiene un folleto que expone la importancia deque México ratifique el Convenio 189 de la OrganizaciónInternacional del Trabajo (OIT), pues las trabajadoras del hogarpodrían, como tantos otros empleados, gozar de los derechos a laseguridad social, un salario, vivienda y retiro digno.
“Ojalá se ratificara (…)”, pide la señora MaríaGabriela Ramírez Cruz, quien ha dedicado 35 años de su vida aasear los hogares de sus empleadores, e incluso a cuidar niños,personas enfermas y con alguna discapacidad, sin tener un contratoy en condiciones de precariedad, bajos salarios y nulasprestaciones laborales.
Sentada en una de las bancas del Jardín Pushkin, ubicado en laColonia Roma Norte de la Ciudad de México, muestra el folleto delSindicato Nacional de Trabajadores y Trabajadoras del Hogar(Sinactraho), la primera agrupación en su tipo instalada en 2015,que orienta y busca cambiar todas esas condiciones“infrahumanas”.
En el impreso también se ve el dibujo de una mujer que da laespalda mientras permanece de pie y, al mismo tiempo, en sus manoslleva dos baldes de agua. Aunque es imposible mirar su rostro,puede percibirse su cansancio. Éste es, quizá, el escenario demuchas de ellas.
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En México existen casi 2.5 millones de personas trabajadorasdel hogar, de las cuales 90 por ciento son mujeres, revela elInstituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
La cifra global representa casi cinco por ciento de lapoblación ocupada en el país. Solo dos por ciento sontrabajadores formales, es decir, tres de cada 100 tienen acceso alInstituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y al Sistema de Ahorropara el Retiro, por su trabajo.
Sin embargo, el Inegi revela que el porcentaje de formalizaciónha disminuido casi a la mitad, al pasar de 5.15 por ciento, en2005, a 2.65 por ciento, para 2015.
Este asunto es el que más preocupa a Ramírez Cruz, una mujerde 45 años de edad, 1.40 metros de altura, delgada y tez morenaclara. Sencilla en su vestir, pero segura en hablar del tema porqueahora es también promotora de los derechos laborales.
“Nos interesa contar con seguridad social porque parte denuestros derechos están ahí”, enfatiza, al explicar que lamayoría de ellas dejarán de trabajar al llegar a la edad adultasin recibir una pensión o posiblemente decidan seguir en la mismau otra fuente laboral informal.
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LEYES INEQUITATIVAS
La situación es preocupante porque “en México no hemos sidocapaces, ni en términos sociales ni de políticas públicas, dereconocer el valor de su trabajo y de remunerarlo de maneraequitativa”, reconoce Alexandra Haas Paciuc, presidenta delConsejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred).
Señala que la Ley Federal del Trabajo (LFT), aprobada en 1970,reconoce solo algunos de los derechos de esta la población. Losartículos 21, 76, 87 y 170, por ejemplo, establecen que haya uncontrato escrito, vacaciones pagadas cada año para quienes tenganmás de 12 meses de servicio, aguinaldo de por lo menos 15 días desalario, licencia de maternidad e indemnizaciones.
La funcionaría acota que si bien estos derechos existen, loconveniente es ejercer más presión para hacer cumplir lasobligaciones de los patrones; sobre todo porque todavía nueve decada 10 trabajadores carecen de un contrato formal y muchosterminan el año sin aguinaldo.
A esto se le debe sumar que el capítulo XIII de la LFT exponeuna serie de artículos discriminatorios. El Artículo 334 reconoceque hasta 50 por ciento de la retribución del trabajador puede seren especie -alimentación o habitación-, lo que resulta excesivoen términos de la OIT, organización que recomienda como máximo33 por ciento.
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Mientras que el Artículo 333 establece una jornada diaria dehasta 12 horas, pues sugiere nueve horas de descanso consecutivo ytres horas a lo largo del día. Esto es contrario a las ocho horasque están estipuladas para muchos trabajadores y, en caso detrabajar una más, debe tener un pago extra, acentúa.
Haas Paciuc refiere que el otro obstáculo está en la Ley delSeguro Social, porque las excluye de la inscripción obligatoria,es decir, para ser dadas de alta implica hacerlo de maneravoluntaria y no contempla el acceso al Fondo Nacional de laVivienda para los Trabajadores (Infonavit).
Tampoco incluye preexistencias médicas ante cualquierenfermedad, secuela de accidente, cirugía u otra condición desalud, uso de las guarderías ni ayuda económica (pensión)después de concluir su vida productiva.
Todo esto era ignorado por María Gabriela, la mayor de ochohermanos, pues -cuenta- murió su papá cuando ella apenas tenia 15años de edad y abandonó la preparatoria para hacer lo mismo quesu mamá: trabajar en las casas.
A su corta edad asumió la responsabilidad de dar sustento,alimento, vivienda y estudios a sus hermanos, de quienes -dice- lecosto demasiado separarse porque su primer empleo fue de planta.“Pero le eche ganas porque un día me llamó mi hermana paradecirme que no tenían nada para comer”, expone entre lágrimas yla voz cortada.
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Su hija Elsa Gabriela, de 18 años de edad, es hoy su“motorcito” de lucha. Ella la llevó a los talleres de derechoshumanos laborales impartidos en el Sinactraho, le pidió pelear portodo lo que corresponde como trabajadora y la apoyó para terminarsus estudios de nivel medio superior en tan solo dos meses(2015).
“Me siento como si mis alas se hubieran abierto después dedesconocer tanto. Trabajar en una casa es estar en un lugarcerrado, sin información ni oportunidades. Era simplemente laempleada, la gata o la sirvienta y entonces dejas a un lado todoslos sueños”, comenta.
Se estima que 35.6 y 33.6 por ciento de las trabajadoras delhogar remuneradas culminaron la secundaria y la primera, de manerarespectiva, y 23.8 por ciento tienen la primaria incompleta. Solo6.9 por ciento hicieron estudios de nivel medio superior ysuperior. LA DEUDA HISTÓRICA
Hay países que llevan a México una delantera muy notable en elrespeto que brindan a las trabajadoras del hogar. Para darse unaidea, indica la presidente del Conapred, el sindicato detrabajadoras del hogar de Argentina fue fundado en 1926 y enMéxico surgió en 2015. “Tenemos casi 100 años de atraso enreconocer sus derechos”, expone.
El primer Congreso de Trabajadoras del Hogar, donde fueconformada la Confederación Latinoamericana y del Caribe deTrabajadoras del Hogar (Conlatraho), tuvo lugar en Bogotá,Colombia, en 1988. Ahí se instituyó el 30 de marzo como DíaInternacional de las Trabajadoras del Hogar.
Tan solo el Convenio 189 ha sido ratificado por 23 países, deellos 12 son de América Latina: Ecuador, Chile, Uruguay, Bolivia,Colombia, Argentina, Costa Rica, Nicaragua, Panamá, Paraguay,Portugal, República Dominicana.
“México es el único que no ha ratificado el convenio y nosabemos por qué. Se han mandado más de 10 exhortos desde 2011(…), pero hasta ahora no hay nada”, expresa la señora MaríaGabriela.
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Haas Paciuc considera que el país tiene de otros un ejemplo demuchas buenas prácticas en la materia que puede retomar, y resaltaque la iniciativa de OIT es importante porque conjunta todos losderechos en un único documento jurídico, entre ellos medidas deprotección con la violencia y una edad mínima de contratación, yes además un esfuerzo simbólico para cambiar la narrativa.
Para lograrlo, opina, es necesario encontrar una viabilidadtécnica para dotar de recursos económicos al IMSS, a fin de darcabida a todas las trabajadoras del hogar, y hacer un cambiocultural de raíz porque también se trata de un problema dediscriminación estructural.
Es un grupo muy vulnerable porque está integrado por mujeresindígenas, migrantes, madres solteras, de escasos recursos y, enalgunas ocasiones, carecen de lazos familiares o son menores deedad. “Es realmente un grupo históricamente discriminado yestán en una situación de desigualdad ante el empleador”,remarca.
Ramírez Cruz dedicó 35 años de trabajo a la misma familia.Narra que primero cuidó a un adulto mayor con problemas de saludy, después de fallecer, apoyo a otro integrante que sufriócáncer. “Fue muy desgastante porque pasaba todo el día: mishoras de descanso, de sueño y fines de semana”, detalla.
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Cuatro años después trabajó con la nuera y la cuñada.“Unos días iba con una y otros con la otra, a veces se peleabanporque me necesitaban y tenia que estar en dos casas el mismodía”, expone.
“Ahora veo que fue un abuso porque me tenían como supropiedad, pero lo hacia por la necesidad de apoyar a mishermanos”, insiste, al recordar que la única ocasión que faltófue porque sufrió una lesión en el cuello y la columna despuésde cargar a uno de los enfermos y pudo quedar paralítica, deacuerdo con el diagnóstico del doctor.
En ese entonces se tuvo que ausentar casi un mes pararecuperarse, pero sin apoyo médico y “solo me dieron 50 pesospara las medicinas, cuando gaste más de 800 pesos”. En Navidadhabía quien le daba una semana de aguinaldo o como gratificaciónuna blusa, una caja de galletas o un obsequio para su hija.
La única vez que le pidieron irse de vacaciones es porque tuvoque acompañarlos a Chiapas y la encomienda fue estar al pendientede una familiar en silla de ruedas. “Todo el tiempo me la pasedetrás de la silla, no disfrute nada”, dice.
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Hoy, la señora María Gabriela asegura conocer sus derechos ylo que le corresponde por ley, lo que le permitido negociar susnuevas ofertas de trabajo, cobrar lo justo y un poco más por elquehacer extra. Después del terremoto de 1985 adquirió, enconjunto su mamá, una casa en pagos y apoyo a sus hermanos paraconcluir sus estudios.
Su siguiente proyecto es estudiar Sociología en algunauniversidad. “Sé que estudiar es carrera me permitirá conocermás a la sociedad y ayudar a mis compañeras a exigir susderechos”, añade.
Antes de guardar su folleto, se alcanza a leer que exhortan aser llamadas trabajadoras del hogar porque consideran ofensivos lostérminos “servidumbre” y “doméstica”. El primero tiene suorigen en el feudalismo (en la Edad Media) y no corresponde alcontexto actual, mientras que el segundo alude a una forma depertenencia.
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