Cuando tenemos un bebé, y especialmente cuando somos padres primerizos, mantener la lactancia e introducir alimentos en la dieta de nuestro bebé es siempre un momento de estrés para nosotros. A esta fase se la llama de alimentación complementaria, porque durante un tiempo puede convivir la leche materna y los alimentos sólidos o líquidos.
En las últimas décadas el criterio de los especialistas ha cambiado repetidas veces y las recomendaciones que se le daban a los padres variaba con los años a una velocidad vertiginosa, excluyendo alimentos, proponiendo otros y variando los meses en los que era adecuado introducirlos.
Sin embargo, últimamente parece que el criterio para ofrecer comida líquida y sólida al bebé parece más estable, pese a que cada bebé tiene una evolución diferente y en muchos casos la observación del niño nos dirá más que muchos consejos generales que podamos recibir de los especialistas.
Desde los 4 hasta los 6 meses no se recomienda empezar con una alimentación basada en productos diferentes, pese a que estos son los meses en los que el organismo del bebé comienza a prepararse para su digestión y en algunos casos empiezan a admitirlos.
Sin embargo, las evaluaciones científicas han puesto de manifiesto que no existen beneficios en un cambio de dieta hasta los 6 meses, y detener la lactancia puede implicar un riesgo mayor de sufrir infecciones.
De forma general, los 6 meses del bebé es el momento idóneo para introducir estos alimentos, aunque eso no implica detener la alimentación de la leche materna, sino que se recomienda mantenerlas en paralelo, de forma complementaria.
Uno de los riesgos más alucinantes para los padres es la posibilidad de atragantamiento, pues añadir alimentos externos, aun siendo líquidos, es un proceso que en ocasiones resulta complejo.
El bebé puede no admitir un alimento simplemente por el sabor y olor, y puede rechazar su toma, escupirlo o vomitarlo. Y durante este proceso, el temor es que tanto el atragantamiento como el vómito pueda causarle problemas de respiración al bebé.
Hasta los seis meses el sistema digestivo del bebé no está formado, y por tanto no podemos guardar la máxima seguridad sobre que estos alimentos sean procesados por su metabolismo de forma correcta. Si introducimos alimentos antes de tiempo podemos estar provocando el riesgo de sufrir gastroenteritis agudas, e infecciones del sistema respiratorio.
Durante estos primeros meses tan importantes para la formación del organismo del bebé, al introducir otros alimentos ajenos a la leche materna podemos interferir en la biodisponibilidad de minerales, en concreto del hierro y zinc.
Sin embargo, no conviene retrasar en exceso la introducción de alimentos, tanto líquidos como sólidos, aunque existen muchos niños que rechazan estos alimentos. Al séptimo mes, si no se incluye una alimentación variada y equilibrada, el bebé puede experimentar alergias e intolerancias alimentarias, alteraciones motoras orales y peor predisposición a descubrir nuevas texturas y sabores.