A los latinoamericanos nos unen cosas como nuestro idioma, la pasión por el fútbol, el buen humor y esa cicatriz que buena parte de la población tiene en su brazo derecho. ¿Por qué pasa esto? ¿Y por qué con otras vacunas, como la anticovid, no nos sucede algo parecido? La explicación es sencilla.
Esa marca se te produjo después de que te aplicaran una inyección cuando eras muy pequeño. Era la vacuna contra la enfermedad de la tuberculosis o bacilo de Calmette-Guérin (BCG), infección que cada año mata en el mundo a más de 1,4 millones de personas. Por lo general, afecta los pulmones y se transmite de persona a persona de forma viral.
La inoculación se aplica a recién nacidos hasta niños menores de 5 años. Es completamente segura, pero como nos dice la Secretaría de Salud (Ssa), presenta una reacción. Y es que con frecuencia, en el lugar donde se aplicó, aparece una roncha durante dos a cuatro semanas.
Después se forma una úlcera que no requiere ningún tipo de tratamiento, solo el área debe mantenerse limpia. Por último, aparecerá una costra en la sexta a doceava semana después de la vacunación, que al final deja esa cicatriz que conocemos muy bien.
TODO ESTÁ EN CÓMO SE APLICA LA VACUNA
Esa cicatriz se produce debido a la forma en que se aplica el antígeno. Cuando nos inmunizamos, buena parte de las vacunas son intramusculares, y no dejan ninguna marca. En cambio, la BCG es intradérmica, es decir, se aplica de forma más superficial, en la primera capa de nuestra piel, por lo que es más probable que deje una marca.
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En América Latina, la vacuna contra la tuberculosis forma parte de los esquemas de inmunización de casi todos los países. De ahí que mucha de la población tenga su marca. De igual modo existen casos en los que no se produce ninguna reacción en la piel de la persona, y esto es completamente normal y no significa que no esté inmunizado.